«Se quiere poner a las Universidades de toda Europa al servicio de los intereses del Mercado»

Isidoro Moreno, catedrático de antropología de la Universidad de SevillaEstudiantes sevillanos entrevistan para laRepublica.es a Isidoro Moreno, catedrático de Antropología de la Universidad de Sevilla sobre el Plan Bolonia

Grupos de trabajo No a Bolonia Sevilla / laRepublica.es.- En su discurso al recibir el premio Fama a la trayectoria investigadora en la US, hace unos meses, invitó, sobre todo a los profesores jóvenes y a los estudiantes, a la disidencia respecto a los saberes y los poderes establecidos, como única vía para la profundización en el conocimiento y para avanzar hacia una sociedad más justa y democrática. Además, con respecto a la “política de Bolonia” siempre se ha mostrado fuertemente crítico, ¿en qué basa esta postura?

En principio, los “acuerdos de Bolonia” se plantearon como una forma de facilitar el desplazamiento de estudiantes y profesores entre universidades de los países de la UE y de homologación de títulos y créditos. No hay nada que objetar contra esto. Pero sí a la pretensión de que, bajo ese discurso, se quiera poner a las universidades de toda Europa al servicio directo de los intereses del Mercado. No es una mera anécdota que, tanto en Andalucía como a nivel del Estado Español, las universidades hayan sido desgajadas de la Consejería y el Ministerio de Educación e instaladas junto a –en realidad subalternamente a- las Empresas y la Innovación (tecnológica).

La triple función de la universidad: docente, investigadora y de difusión del conocimiento y debate sobre las realidades sociales debe responder a los intereses y problemas de la Sociedad y de la Justicia y en modo alguno a los intereses hegemónicos del Mercado. Confundir, de forma no inocente, Sociedad con Mercado es ir directamente contra la naturaleza misma de la universidad pública, haciendo depender esta no sólo de las demandas sino también de la lógica del Mercado. Esto es preciso denunciarlo, analizando no sólo las palabras de los responsables de la política universitaria y de los rectores sino principalmente las normativas que se están poniendo en marcha. Tengo serios temores de que la reforma actual convierta a la gran mayoría de los estudios universitarios en una especie de FP-3, eliminando las metodologías críticas y potenciando, más que el conocimiento y el análisis crítico, las “habilidades técnicas” directamente aplicables, despojadas de pensamiento. Porque esto es lo que demandan hoy los intereses del Mercado y lo que encaja en la lógica del pensamiento neo(ultra)liberal tan fuertemente inserto no sólo en los ámbitos económico y político sino también en el académico.

¿Cómo afectarán dichos planes al colectivo del profesorado en concreto?

“Bolonia” se está aprovechando también para emprender, a nivel general, una reestructuración en el profesorado universitario. Una parte muy importante de este sufre verdaderos “contratos-basura” y la mayoría de los que son presentados como “nuevos métodos” conducirán a que, en el futuro, se diga que sobran profesores. No es anecdótica la insistencia en que, “en lugar de enseñar, los profesores deben actuar como una ayuda para que los estudiantes aprendan por sí mismos”, ni la reducción de horas de clase (que es presentada como la superación de las “clases magistrales”). Las nuevas tecnologías, en especial Internet, en lugar de ser utilizadas como un apoyo para la docencia y la investigación son reverenciadas como verdaderos fetiches que supuestamente pueden sustituir a la relación profesores-alumnos, que es el núcleo mismo de la universidad. A quienes, desde siempre, hemos realizado clases prácticas, seminarios y propiciado la relación con los estudiantes, toda la palabrería pseudopedagógica y supuestamente innovadora, cuando en realidad es neoburocrática, de esta reforma nos produce indignación. Porque, además, para que funcionen las tutorías, que se presentan como la gran novedad, tendría que multiplicarse el número de profesores –cosa que no se va a producir- y cambiar de forma importante la mentalidad tanto de profesores como de estudiantes (que mayoritariamente están prisioneros del pensamiento único neoliberal y, por ello, de un utilitarismo presentista que los ensimisma).

Usted es profesor de Antropología, una carrera de 2º ciclo, ¿cúal será el futuro de esta disciplina dentro de la nueva estructura de grados?

A nivel general, y a pesar de que se niegue en las declaraciones de los responsables de la política universitaria, el futuro para la mayoría de las actuales licenciaturas de ciencias sociales y humanidades es inquietante, porque el Mercado no demanda precisamente personas con capacidad crítica y con una ética distinta a la de conseguir el mayor beneficio en el menor tiempo sin detenerse en las consecuencias. La Antropología, en concreto, por su carácter antidogmático y su perspectiva transcultural, está en condiciones de transmitir instrumentos metodológicos con los que desvelar los mecanismos de producción de desigualdades y estereotipos y poner al descubierto los engaños o vacuidad de los discursos hegemónicos. Y ello no encaja, obviamente, en la lógica mercantil sacralizada que hoy gobierna el mundo. De ahí los obstáculos, más o menos explícitos, para que, tanto en nuestro país como en otros, el nuevo grado de Antropología sea una realidad. Significativamente aun no lo es en Andalucía, cuando en otras comunidades del Estado, como Cataluña, su cristalización está mucho más adelantada.

En este sentido, la ANECA es el organismo encargado en última instancia de la aprobación de los nuevos planes de estudio propuestos por las universidades, ¿cuál es su valoración con respecto a esta institución?

Yo siempre he sido partidario de que existan mecanismos de evaluación y control de la actividad individual y colectiva que se realiza en las universidades. El problema es qué instituciones se creen para ello, cuál sea su composición, y con qué criterios y transparencia actúen. Cuando se establecieron los “sexenios” para el reconocimiento, con consecuencias económicas, de la labor de investigación de los profesores, ello fue una innovación positiva, pero, en general, las comisiones, nombradas a dedo por los sucesivos ministerios, han funcionado de manera muy dispar, con frecuentes arbitrariedades y, de hecho, sin la necesaria transparencia y control. Y esto lo afirmo no como damnificado sino teniendo el máximo número de sexenios posible. Ahora, con la desaparición de las oposiciones a titularidades y cátedras, las comisiones para otorgar acreditaciones y habilitaciones, nombradas a dedo por el gobierno de Madrid, sin sorteo alguno, podrán actuar con mayor impunidad y menor control aún que antes. Y lo mismo vale para otros organismos con otras funciones, como la ANECA. Todo esto tiene la suficiente gravedad e implicaciones como para que fuera un tema de debate constante entre el profesorado, aunque lamentablemente no es así.

En algunas universidades españolas ya han aparecido las denominadas “cátedras-empresa” como un aspecto más del nuevo modelo de financiación planteado por el Gobierno, ¿podría explicarnos en qué consiste esta reformulación del concepto de “autonomía universitaria”?

Lo que me planteáis refleja una perversión tanto de lenguaje como a un nivel más profundo. En realidad, esas “cátedras” no son verdaderamente tales pero al tener ese nombre funcionan simbólicamente como si lo fueran. Algo hasta cierto punto equivalente ya ocurrió con la creación de “Universidades Laborales” durante el franquismo. Pero hay algo más grave: esas “cátedras” constituyen cabezas de puente directas de las grandes corporaciones y multinacionales en la Universidad. Sin ningún pudor, se establece el principio de que “quien paga manda”, aunque enmascarado en un discurso que pretende ser filantrópico. Considero que hay que oponerse frontalmente a esto, aunque ello no basta: es preciso analizar a qué intereses responden las líneas prioritarias de investigación que establecen los organismos políticos en los diversos ámbitos del conocimiento, porque el hecho de que sean políticas públicas no garantiza que estén orientadas al bien colectivo. No podemos olvidar que lo que caracteriza principalmente a la actual globalización es el predominio del Mercado sobre las instituciones políticas y la actuación de éstas al servicio de aquel.

larepublica (24.10.2008)

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