La gran cosecha roja

Celebraciones en El Salvador por la victoria de Mauricio FunesEl Salvador refuerza el giro del continente

Salvo Colombia, la izquierda ha pasado en Latinoamérica de guerrear por el poder a ganarlo en las urnas

DOS MODELOS Lula y Chávez lideran los dos modelos que diferencian al bloque de izquierdas

ILUSIONES El escritor Galeano considera que "hay una resurrección de la dignidad"

La elección de Mauricio Funes como presidente de El Salvador, el pasado domingo, coloca otra ficha roja en el mapa de Latinoamérica. La llegada al poder de la ex guerrilla del Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional (FMLN) es el caso más reciente del triunfo pacífico de movimientos izquierdistas que no hace muchos años empuñaban armas para desalojar del poder a gobiernos autoritarios. Tras veinte años de paciente espera democrática en la oposición, la victoria del FMLN y su rápido reconocimiento por el ultraderechista partido Arena añade también otras fichas al tablero latinoamericano: la de la normalidad y la de la alternancia política.

En su discurso victorioso del domingo, Funes – quien, vale decir, nunca empuñó un arma-dijo que "El Salvador está preparado para la alternancia gubernamental". La región ya lleva años demostrando esa afirmación. Con la excepción de Cuba, las dictaduras militares fueron dando paso a democracias con elecciones libres, cuyos ciudadanos han ido optando por gobiernos que, en mayor o menor medida, se alinean con posiciones más o menos izquierdistas. La tendencia ya es mayoritaria en la región, aunque luego la realidad discurra por otros senderos.

De los diez grandes países de Sudamérica, sólo Colombia tiene un gobierno derechista, coincidiendo con que es el único país de la región donde aún persisten dos potentes y organizados movimientos guerrilleros. Más al norte, con la excepción de México, casi todos los gobiernos latinos de Centroamérica y el Caribe se proclaman progresistas.

La raya que los analistas trazan habitualmente entre países bolivarianos y gobiernos de izquierda moderada ayuda a entender algunas de las diferencias que existen entre los heterogéneos presidentes latinoamericanos, pero no todas.

Así, se asume que los más radicales y populistas son los bolivarianos, alineados con el venezolano Hugo Chávez, porque practican políticas que crean tensión social. El club de Cuba, Nicaragua, Ecuador y Bolivia tiene otros socios no tan implicados en el proyecto chavista, aunque naveguen entre dos aguas y se beneficien de los ahora devaluados petrodólares venezolanos. Es el caso de Argentina o Paraguay, pero también de Honduras, cuyo presidente, el derechista Manuel Zelaya, mantiene una excéntrica alianza formal con Chávez, ya que ha suscrito el "antiimperialista" ALBA, tratado bolivariano de libre comercio.

El otro eje, el de los países moderados, de políticas pragmáticas de mercado, tiene al brasileño Luiz Inácio Lula da Silva como modelo que seguir. Pero los miembros de este bloque tampoco están exentos de practicar políticas populistas. Aunque la heterogeneidad sea probablemente mucho más grande en este grupo que en el bolivariano. Junto a Lula, que a pesar de tener un histórico 84% de aprobación ciudadana es criticado por sindicalistas y ecologistas, se alinean desde la chilena Michelle Bachelet, que gobierna en coalición con la derechista Democracia Cristiana, hasta el peruano Alan García oel costarricense Óscar Arias, tachados de neoliberales, pese a que sus partidos integran la Internacional Socialista.

En cualquier caso, en Latinoamérica "hay una resurrección de la dignidad", dice a La Vanguardia el escritor uruguayo Eduardo Galeano. "Los indignados están ocupando el lugar de los indignos, que dejan paso a gobiernos nuevos, que anuncian grandes cambios, y ojalá que esos cambios se realicen", concluye Galeano.

La Vanguardia (18.03.2009)

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