Inmigración, capitalismo, proteccionismo e identidad: el caso español

He aquí un tema vidrioso. Difícil. De esos que parecen invitarnos a no escarbar demasiado, a mantenernos cómodamente instalados en los tópicos al uso, sin profundizar, mirando la realidad sólo de reojo.

Pero la obligación de las publicaciones comprometidas con el pensamiento crítico –y El Viejo Topo lo es– está en las antípodas de lo acomodaticio. Su misión es poner sobre la mesa justamente los aspectos más conflictivos de la realidad circundante, discutiéndolos, asumiendo que el error es posible, pero que, sin debate, el error es seguro.

Hoy, aquí, presentamos un tema especialmente incómodo para la izquierda: un Informe sobre la inmigración que ha elaborado Jorge Verstrynge con la colaboración de Gema y Rubén Sánchez Medero. Y es que estamos ante un asunto que, a los que pensamos que la verdadera patria es el género humano (¿quedarán muchos que piensen todavía así, en esta época de exclusiones?), nos desgarra, nos pone casi literalmente entre la espada y la pared. ¿Cómo negar, en este mundo globalizado, el derecho de cualquiera a mejorar su vida, a instalarse allá donde quiera, a buscar un horizonte mejor para ellos y sus familias?

Y la cosa no queda ahí: A las gentes de izquierda se nos abren las carnes al ver esas tristes imágenes de cayucos repletos de seres humanos que arriesgan su vida en busca de un sueño, pero también cuando conocemos el alto grado de explotación a que son sometidos tantos “regularizados”, explotación que aumenta geométricamente si el inmigrante carece de papeles.

Pero existe otra cara de la moneda. No hay más que asomar la cabeza fuera del olimpo de lo políticamente correcto y darse un garbeo por los barrios populares de las localidades donde se concentran un mayor número de inmigrantes, para constatar cómo lentamente va creciendo una sorda hostilidad hacia los recién llegados, cómo afloran, débilmente todavía, pero sin cesar de crecer, el resentimiento y la intolerancia. Lo hemos visto en Francia: los barrios obreros han pasado de votar masivamente a los partidos de izquierda a votar preferentemente al partido de Le Pen. En España sólo se han producido algunos desagradables “incidentes” (El Ejido, Terrasa, etc.) y los partidos y plataformas electorales que ponen a la inmigración en el centro de su programa son todavía pequeños y su influencia se limita a unas pocas localidades. Pero hay multitud de síntomas que indican que más valdría ir poniendo las barbas a remojar.

Aun así, todavía, en relación con la inmigración, dos son los discursos dominantes, aparentemente contradictorios pero que, si se mira bien, no lo son tanto. El primero es el discurso preferido por la clase política y los medios de comunicación: la inmigración es una bendición para los españoles porque asume trabajos que nadie querría hacer, es directamente responsable del incremento del PIB, y sus cotizaciones aseguran el futuro cobro de pensiones a la envejecida población española. El segundo se centra exclusivamente en la dimensión humana: simplemente, los inmigrantes tienen derecho a buscar en otro país aquello que no pudieron hallar en el suyo, y si las mercancías y el dinero pueden salvar sin problemas cualquier frontera, ¿por qué no van a poder hacerlo las personas? No hay –obviamente– personas “ilegales”, sino simplemente personas.

Para la patronal y sus asesores (desde determinadas cátedras de economía hasta periodistas especializados en temas económicos) la aportación de los inmigrantes ha sido decisiva. Aunque no todos coinciden en sus estimaciones, hay un cierto consenso en aceptar que su saldo fiscal es favorable para las arcas públicas; que aproximadamente la mitad del crecimiento del PIB tiene su origen en el trabajo de los inmigrantes; que es imprescindible la llegada de nuevos contingentes (desde 200.000 anuales en opinión del gobierno, a los seis o siete millones más que deberían llegar hasta el 2020 según otros informes) para remediar la catastrófica demografía autóctona; que han ayudado a imponer una moderación salarial la cual ha permitido contener satisfactoriamente la inflación; etc. etc. No es un consenso unánime, pero está bien instalado.

Sin embargo, en este informe, Verstrynge y colaboradores niegan la mayor parte de esas afirmaciones. Y lo hacen con cifras en unos casos y apelando al sentido común en otros. También hacen propuestas, que como tales, son discutibles. E incómodas. Desazonantes. Aunque no más que la reciente aprobación del uso de camisas de fuerza en las repatriaciones.

Si la mayor parte de los españoles, al ser interrogados por cuáles son los grandes problemas del país, sitúan a la inmigración en los primeros lugares del ranking consulta tras consulta, es porque, quiérase o no, se trata de un gran problema. Y los grandes problemas requieren soluciones, y no mirar hacia otro lado.

Y lo peor: mientras el sistema económico mundial sea el que es -esta globalización financiarizada inmisericorde con el género humano-, no hay solución posible. Mientras se mantenga sobre los países pobres una deuda externa injusta  y odiosa; mientras se impulsen cultivos agrícolas intensivos y extensivos que empujan a las poblaciones locales a la miseria o al suicidio; mientras el mercado sea el rey y la competitividad su canciller;  mientras se ponga el mayor énfasis en producir para la exportación; mientras se haga creer a los indefensos habitantes del empobrecido sur que en occidente es la realidad lo que muestra la televisión (recuérdese el trágico caso de las explosiones migratorias albanesas que tenían Dallas como anhelado destino); mientras el sur esté sometido a los nuevos modos del imperialismo de las grandes potencias; mientras todo eso siga sucediendo, no habrá solución posible. A lo sumo se podrán proponer algunos parches.

No es posible, sin embargo, pensar en parches o en soluciones provisionales, si partimos de datos falsos, si confundimos realidades con deseos, si nos negamos a admitir la realidad.

Lo que Verstrynge aquí plantea es una realidad diferente a la que estamos acostumbrados a aceptar. Discutámosla. Veamos en qué acierta y en qué no. Sin anteojeras. Sin descalificaciones. A fondo.

Miguel Riera Montesinos

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INMIGRACIÓN, CAPITALISMO, PROTECIONISMO E IDENTIDAD: EL CASO ESPAÑOL

“¿Y si ese encarnizamiento de los de arriba en obligar a los de abajo a abrir sus brazos [a la inmigración] no fuese más que una nueva modalidad de desprecio de clase? La cuestión de la inmigración es la que expresa en toda su profundidad el divorcio entre las elites y la Nación”.

Christine Clero, “Le cri éutoffé des petits blancs”, en Marianne, 24-XI-06.

La muerte de la inmigración

Es sabido que, cuando amenaza crisis económica, los medios de comunicación comienzan a mostrar mozas dotadas de espléndidos caracteres sexuales secundarios; mensaje subliminal, vaya, para indicar a las féminas que lo bueno es la maternidad, el hogar y… dejar puestos de trabajo libres para los varones. Ahora es extremadamente revelador (y alarmante) ver como el concepto de raza y su utilización en las ciencias sociales regresan al galope. ¿Es para separar a los que deben ser privilegiados de los demás? Por ejemplo, se comenta la aparición de un libro de Didier y Eric Bassin titulado De la question sociale a la question raciale? Un paso importante desde que en su libro Face au racisme, P. A. Taguieff subrayara que “la incapacidad de una determinada izquierda progresista para pensar el renacimiento de los estereotipos xenófobos y antisemitas … y el ascenso del Front Nacional, precisamente han permitido tomar conciencia de las ilusiones y de los límites de la acción antirracista tal y como ha sido llevada… La lucha contra el racismo o la xenofobia… no puede ya obviar trabajos e investigaciones de las ciencias sociales… Esto es un aviso a los antirracistas del futuro: un día, tendrán que adaptarse”. Jean Birnbaum, a su vez, explica que “hoy el movimiento antirracista conoce una crisis sin precedentes… Al tiempo, algunos investigadores sociales intentan considerar no ya el ‘racismo’ … sino la ‘raza’ como representación colectiva y como categoría ya inobviable … Lo que era ocultado se ha tornado omnipresente, lo callado es hoy un lugar común … [Se habla de] recolocar el hecho racial en primera fila y ello por dos motivos: por una parte, se asiste a la liberación de un discurso tendente a la estigmatización de tal o cual población en función de sus orígenes o de su color de piel … Por otra parte, hay que reconocer que los mismos marcadores identitarios pueden, a la inversa, ser utilizados para luchar contra la discriminación”1. Concluye Taguieff que “la raza se ha transformado en un arma política, utilizada por los actores para defender intereses, atraer electores, reivindicar posiciones y consolidarlas”.

Lo cierto es que el pasado 6 de noviembre el diario británico The independent publicaba una “carta étnica de Gran Bretaña” en la que distingue entre “blancos”; mestizos “subdivididos en hijos de blancos y negros del Caribe”, “de África”, de “blancos y asiáticos”, y “otros de origen mixto”; “asiáticos o ingleses de Asia”, subdivididos en iraníes, paquistaníes, blangladíes, y otros; “negro o inglés negro”, subdivididos en caribeños, africanos, y otros de origen negro; “chinos y otra población étnica”, subdivididos en chinos, y “otros”… Y ya están identificadas, por ejemplo, las zonas donde hay más paquistaníes (el barrio de Frizinghall, en la ciudad de Bradford: 73% de la población), judíos (en Salford), mestizos (Princes Park, en Liverpool: 11%).

Y en la misma dirección se va en Francia: la encuesta del INSEE (la Seguridad Social) se prepara, en el futuro, a “recoger informaciones sobre el origen de las personas, las pertenencias étnicas declaradas y los factores discriminatorios (color de la piel, acento, prácticas alimentarias, etc)”. La socióloga Dominique Schnapper, afirma que “el establecimiento progresivo de estadísticas étnicas se ha tornado, sin duda, inevitable”. El propio Sarkozy se ha declarado “favorable a la mención de los orígenes tanto en las empresas como en las estadísticas de delincuencia”2. Igualmente, en los USA, y ya desde el el 2000, se pregunta si la persona es “Spanish/Hispanic/Latino” o “Puerto Rican”, o bien “Mexican, Mexican Am, Chicano” o “Cuban”, y si son de raza blanca, o “Black, African Am or negro” etc, etc, etc. En Holanda a su vez se pide, en el censo, el lugar de nacimiento del censado más el de los dos progenitores.

Es cierto que, en algunos casos, hurgar en el origen racial se ha debido originariamente al deseo de conocer la situación e importancia de las minorías raciales discriminadas a efectos de compensaciones administrativas y de otro tipo; pero, en otros casos, el mensaje es claro: dejar de escuchar a los que afirman (inmigracionistas de extrema izquierda, liberales-libertarios, y determinados neo-liberales ultras) que no hay que hacer nada para impedir la inmigración salvaje la inmigración es un aspecto de la mundialización neoliberal, y no debe ser rechazable si de lo que se trata es de cambiar el mundo. Pero hoy, prohibir las regulaciones masivas y regular el flujo migratorio se está transformando en un imperativo político, económico y social (cuando no incluso también religioso); y cuando eso no es posible se termina procediendo a repatriaciones cada vez más intensas (caso de Europa) o masivas (caso de Malasia, por ejemplo) o edificando muros y vallas (USA, España,…) o/y  zonas tampón (por ejemplo el Magreb, frontera sur de la UE).

Demasiado Estado o demasiado mercado matan, respectivamente, al Estado o al Mercado… y demasiada inmigración matará tarde o temprano a la inmigración, previo pase por cerrojazos y lepinización de las mentes. Así, según sondeo de TNS-SOFRES3 26% de los franceses “se declaran de acuerdo con las ideas de J. M. Le Pen… y sólo un entrevistado de cada tres juzga sus posiciones inaceptables…”

El caso español

Se estima que cinco millones de españoles emigraron a América Central y del Sur posteriormente a Colón. Esa misma cifra ha entrado en España en los últimos cinco años; sólo que tan sólo a un país, y no a las dos terceras partes de un inmenso continente. ¿Entonces? Siendo el pueblo español un pueblo acogedor, consciente de haberse instalado, a veces masivamente, por todo el ancho mundo, es lo cierto que “demasiado es demasiado”, tanto en cantidad como en velocidad de los flujos. Y no es exagerado pensar que, cada vez para un mayor número de españoles, esta inmigración es tan masiva que recuerda el aserto de Yordis Lohausen4: “Una inmigración puede sustituir una invasión”5.

Van cambiando las percepciones, y de forma inquietante, pero lógica. Porque a los españoles nos van a estropear. Por ejemplo: Sobre si los inmigrantes pueden traer sus familias, la respuesta es, generosamente, SÍ del 73%; acceder a la educación pública, generosamente, 92,5%; tener asistencia sanitaria gratuita, generosamente, 81%; obtener un puesto de trabajo en igualdad de condiciones que los españoles, generosamente, 86,4%, etc. No nos importa mucho, generosamente, que lleguen a ser a nuestros jefes o que se casen con un familiar nuestro, o que vayan a los mismos colegios que nuestros hijos… Sí; pero cuando en el Barómetro del CIS de Noviembre de 2005, la inmigración era el tercer problema (detrás del paro y del terrorismo, éste último oscilante según las circunstacias), en el de Septiembre del 2006 se había transformado en el primer problema (casi el 60%), el segundo el paro, y el tercero la vivienda (pero es que ambos tienen que ver con la cuestión migratoria, al menos en parte). ¡Cuanta ceguera frente hacia donde nos encaminamos!: en el Barómetro de noviembre del 2005, 1) el 92,9% de los españoles consideraban que los inmigrantes eran, entre “bastantes” y “demasiados”; 2) 6,8% consideraban que había que permitir la “entrada libre” frente a  90,7% que se muestra partidario de algún tipo de regulación. Y sin embargo, la clase dominante, claramente apoyada por patronales, sindicatos, y medios de comunicación, no sólo no se da por aludida, o escurre el bulto, sino que insiste una y otra vez en que la sobre-inmigración no sólo es inevitable, sino beneficiosa…

Primer mito: “Todos contentos”

La inmigración se hallaría, dicen, en el origen del crecimiento español. En realidad, el agente principal del crecimiento español ha sido el ingreso en la UE, el 1 de enero de 1986. Desde entonces hemos crecido 20 puntos, es decir, un punto por año. Como señala Concha Martín6 “buena parte de los avances se explican por los fondos a los que España ha podido acceder y que suman más de 150.000 millones de euros en estos últimos 20 años”. Financiación de la agricultura, de las infraestructuras, ayudas a empresas, al desarrollo regional, a la cohesión, a la formación: una auténtica lluvia de dinero al que hay que sumar algo menos aludido (y por ello menos conocido): los latigazos económicos provocados por el acceso al mercado europeo y además por los colosales déficits y endeudamientos tanto de las autonomías como de los municipios7. No significa esto que el aporte económico de la inmigración haya sido despreciable pero, como veremos, ha sido mucho menor de lo que afirma el “molinillo de rezos” del “pensamiento cero”, y con muchas más disfunciones de lo reconocido… De hecho hay toda una mitología sobre la inmigración, sostenida tanto por la izquierda “bien pensante”, las clases dominantes y… también las ONG, tan atentas ellas a un mercado en expansión como es el de los pobres, de allá y de acá, tan en expansión y tan rentable a la hora de mamar de los presupuestos estatales.

Segundo mito: “Los inmigrantes vienen a desempeñar trabajos que los autóctonos ya rechazamos”

Falso. Vienen a desempeñar trabajos que están muy mal pagados. Si la remuneración fuera decente, esos puestos de trabajo estarían ocupados por los españoles o por los “comunitarios”. Y cualquier sociólogo sabe que (desgraciadamente) el estatus social está hoy prácticamente determinado por la remuneración (antaño lo era por el prestigio social). Lo bien pagado es lo hoy valorado, y no es abandonado a terceros. Comparen ustedes estas noticias: 1) “Uno de cada tres nuevos médicos en España ya es extranjero”8; y 2) “Mil médicos españoles emigran cada año mientras las autonomías fichan a extranjeros”9. Y no sólo pasa aquí: afirma Heidi Przybyla10 que, en los USA, “un creciente número de economistas no cree que los estadounidenses no estén dispuestos a aceptar empleos modestos; son los salarios y no el trabajo en sí lo que los mantienen al margen. Los estudios de esos economistas demuestran que muchos estadounidenses quieren los empleos que toman los inmigrantes, sólo que no pueden aceptarlos por las menguantes paga y prestaciones…. [Por todo ello] la idea de que se necesitan personas para cubrir los empleos que no aceptamos es una locura”.

Pero además (y seguimos siendo los españoles “buena gente”, pues en el Barómetro de Noviembre de 2005 tan sólo el 47% pensaba que “por general los sueldos bajan como consecuencia de la llegada de personas que vienen a vivir y a trabajar a España”) es evidente que la inmigración tira los salarios a la baja11. Hasta hace poco había una relación inversa entre la desigualdad interior y la exterior. Así, 1) la Francia de Luis XIV no tenía un nivel de vida medio inferior del Imperio chino, pero en ambos países la desigualdad interior era brutal; y 2) la desigualdad se redujo en Europa durante la era del keynesianismo a la par que aumentaba la desigualdad entre el mundo desarrollado y el subdesarrollado. Hoy da la casualidad de que aumentan simultáneamente la desigualdad interior y la existente entre naciones…. Pues bien: en ese proceso mucho tiene que ver la inmigración y también las deslocalizaciones.

Es sabido que existe una ley en economía de libre-cambio: los salarios tienden a alinearse sobre aquellos pagados en los países que peores salarios tienen. Súmese a eso el hecho de que la inmigración permite importar los salarios bajos de los demás y se podrá comprender porqué el salario medio de los españoles no ha aumentado desde ¡1997! El asalariado español (y europeo) ha podido ser “calmado a la fuerza” en sus reivindicaciones, antaño mediante un cinturón nacional de parados, y hoy por uno mundial. De ahí la felicidad de las patronales por una parte, y de los sindicatos “compradore”12 por otro: en el primer caso, producto de una miopía económica drástica, pues salarios más bajos implican demanda global deprimida (excepto endeudamiento de las familias hasta las cejas, caso de España; pero ¿por cuánto tiempo sostenible?) y, lo que es peor para los patronos, freno a ganancias reales de productividad. Así, explica Guillermo López Casanovas, de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona, hay que rechazar la idea que la inmigración aumenta la productividad: “La mayoría de los inmigrantes trabajan en sectores de productividad más débil y en peor forma de toda la UE. La llegada de inmigrantes permite quizá evitar que algunas fábricas cierren, pero sólo hace retrasar la solución del gran problema de la economía española, a saber, la productividad. Sin la inmigración, el necesario proceso de adaptación ya habría comenzado”. Mismo sonido de campana desde Xavier Sala i Martín, de la Universidad de Columbia: “los inmigrantes, cuando llegan aquí, empujan los salarios a la baja e interrumpen las evoluciones tecnológicas”13.

Tercer mito: “Acogiendo los pobres de los países emisores, contribuimos a aliviar, además de coyunturas negativas personales, coyunturas negativas nacionales”

Si la inmigración impide, acá, la mutación necesaria en la productividad, impide en parte allá, es decir, en su origen, el necesario despegue económico y científico. Y ello porque esos países se ven sangrados de lo mejor de sus cuadros… Porque no son aquellos con una mano delante y otra detrás los que mayoritariamente vienen acá, sino los que están formados (a costa del erario público) y los que tienen capacidad (individual, grupal, o familiar) de generar el excedente con que pagan el cayuco, al traficante… y al funcionario del Estado. En otras palabras como afirma Ángel Aranda14 dando cuenta del Estudio sobre inmigración y transformación social en España”15: “Sorprendentemente, y contrariamente a lo que suele pensarse de forma generalizada, la pobreza de los inmigrantes no es un factor predominante a la hora de trasladarse a miles de kilómetros de distancia con la esperanza de iniciar una vida mejor”. De hecho, según los catedráticos Enrique Argullol y Guillermo López, los inmigrantes que se asientan en España no son los más pobres de sus países. Cuando más pobre se es, menos se emigra”.

El drenaje de cerebros: En cuanto a la formación, el 20,7% de los inmigrantes a España la poseen universitaria (contra 23,2% en los autóctonos)16”. Y se trata de un fenómeno generalizado: El informe “International Migration, Remittances & Brain Drain” del Banco Mundial17 afirma que “una proporción importante de las poblaciones con educación de los países pobres abandonan estos, lo cual es particularmente preocupante en ámbitos tan cruciales como la salud o la enseñanza”18. El daño provocado a los países de origen puede reflejarse en la noticia  de que hay más médicos de Malawi en Manchester que en todo Malawi… ¿Suplen las remesas esa hemorragia?

Cuarto mito: Los inmigrantes aportan más de lo que cuestan

Falso doblemente. Ni con carácter inmediato, ni a término, es cierta esa afirmación. Y además, depende de “¿para quién?”. Es evidente que si bien a largo plazo los inmigrantes frenan los incrementos de productividad, a corto plazo son muy rentables para el capital, tratándose de mano de obra barata, sumisa y paciente. Por ahora; porque téngase en cuenta que con la generación aquí nacida, o aquí traída desde la infancia, el panorama variará  considerablemente, acabándose (véanse Francia y sus suburbios) lo que para muchos suple el “mito del buen salvaje”. Tomemos esta afirmación de H.M. Enzensberger19. “Nadie emigra sin promesa. Antaño, lo que vehiculaba la esperanza eran las leyendas y los rumores. La Tierra Prometida, la Arabia feliz, la legendaria Atlántida, el Dorado, el Nuevo Mundo: tales eran los relatos mágicos que incitaban a las masas a emprender el camino. Hoy, son sustituidos por la imágenes… que la red mediática planetaria manda hasta el último pueblecito del Tercer Mundo”. Ahora bien, aquí reside uno de los factores que explicarían la relación real, existente, entre sobrecriminalidad e inmigración. Porque ese mundo ideal descrito es ficticio también en este caso. Volvamos a Enzensberger (pág. 25): “Dichas imágenes contienen aún menos realidad que las leyendas de moda en el inicio de los tiempos modernos, pero su efecto es incomparablemente más potente. En particular, la publicidad es vista … en el Tercer Mundo, como la descripción fiable de un modo de vida posible”. Con consecuencias muy graves.

¿Qué pasa con los hijos de los inmigrantes aquí instalados? Se tratará de personas que, mentalmente, han pasado de agradecer (más o menos) a exigir (más) y ya no se conformarán con un “salario de sinpapeles”.  Y o bien obtendrán más que aquello con que sus padres se conformaban, o bien tenderán a la sobredelincuencia generando un incremento del gasto público y privado en materia de lucha contra la delincuencia, pero también en otros ámbitos…

Y con la cuestión de la inseguridad estamos entrando en si la inmigración es un gran negocio no sólo  para el capital,  sino  también para el español de a pie. Se disparan, por la inmigración, los gastos públicos en materia de seguridad ciudadana y justicia20. También lo harán en otro ítem como es la sanidad. Lo harán vía muchos factores, pero en particular por las interconsultas y los medicamentos; y si no se incrementa el gasto (porque se comprima), entonces asistiremos a una degradación de la asistencia sanitaria: de hecho las listas de pacientes de muchos médicos de la Seguridad Social no recogen aquellos numerosos enfermos carentes de tarjetas sanitarias. Lo mismo acontece con la enseñanza, en la que hay que gastar mucho más si queremos detener la caída en picado del nivel en las escuelas públicas a pesar de los esfuerzos desesperados del profesorado. El caso de Madrid es perentoriamente ilustrativo: la población inmigrante en Madrid representa el 12,1% del total. Sin embargo, consume el 46% de la factura en programas sociales de la región, entre los que se incluyen prestaciones por desempleo. El fomento del alumno extranjero cuesta anualmente 2.976 euros, cien más que un nacional21. Siete factores más empeoran el panorama:

1º. En breve, y como es lógico, la parte de la Europa Central ingresada en la UE detraerá una cantidad cada vez mayor de los fondos que hasta ahora eran destinados prioritariamente a España.

2º. El Sistema impositivo español es, de hecho, cada vez más regresivo. Por ello, los sobregastos derivados de la inmigración serán financiados, sobre todo, por lo que paguen las clases medias y bajas (y no por las clases altas, que son las más beneficiadas por la inmigración).

3º. Cada vez más el paro recae sobre los inmigrantes y (recuérdese el punto anterior) se disparan los gastos que los demás tenemos que financiar para cubrir el seguro de desempleo. Ya Guillem López Casanova21 señaló recientemente que no sólo “sin la inmigración el proceso de adaptación [de la economía española] ya se habría iniciado, [sino que] a la inversa, acumulamos hoy una población en edad laboral que, en caso de crisis, puede tornarse un problema”. Pues bien, estas son las últimas noticias: “Casi la mitad de los nuevos parados en noviembre [del 2006] eran extranjeros… El paro se ha concentrado en sectores con gran presencia de inmigrantes (servicios y construcción)” 22. Y así seguirá.

4º. Y no digamos ya la sangría que se prepara cuando haya  que pagar transferencias afuera de nuestras fronteras por las pensiones de jubilación.

5º. En cuanto al tan cacareado aporte de los inmigrantes frente al déficit, el caso de Madrid es definitorio: los inmigrantes suponen un 12% de los afiliados a la Seguridad Social, pero sus cotizaciones apenas llegan al 6%….

6º. Y lo que pagan los inmigrantes como fiscalidad es mucho menos de lo que suponen como gasto. Según Fernando Merry del Val y Lucía Figar (en una investigación para las Consejerías de Economía e Innovación Tecnológica y de Inmigración, ambas de Madrid)23: “el aporte global de los inmigrantes residentes en Madrid a la Hacienda estatal ascendió a 1.115 millones de euros en el 2005; mientras su gasto en servicios sociales, sanidad y educación se elevó a 1.374 millones”. O sea, que “el aporte fiscal que realizan los inmigrantes es exiguo: cada inmigrante paga una media anual de 1.468 € en concepto de IRPF, IVA y cotizaciones a la Seguridad Social, mientas que sus gastos en servicios sociales, sanidad y educación ascienden a 2.097€. Por tanto, cada extranjero genera un saldo negativo de 629 € anuales a las arcas públicas”.

Añadamos a esto que si la cesta de la compra media española es de 6.577 €, la de un inmigrante apenas rebasa el 50% de aquella; en ese aspecto no contribuyen sensiblemente a la inflación, pero tampoco al consumo. Sí que está claro, sin embargo, que en el sector de la vivienda el españolito medio sufre la presión inmigratoria: durante el primer trimestre del 2006, un 13,41% de los pisos fueron comprados por extranjeros, contribuyendo a disparar los precios.

7º. Atención al gasto público “no cuantificable”: porque aumentos de la población inmigrante tan brutales como el sufrido por España, y además en un tiempo record, suponen una auténtica explosión de inversiones en carreteras, conducciones de aguas, urbanizaciones, nuevos colegios, hospitales y centros de salud, comisarías, juzgados, prisiones, ayudas especiales a extranjeros (guarderías, comedores, ayudas para la educación…)24.

Pero insistamos sobre la cuestión de las ayudas y de las remesas: en julio del 2006, el número de parados extranjeros era de 133.109 personas, o sea un 21,6% más que un año antes; sin embargo, el aumento de las prestaciones percibidas había aumentado (en el mismo plazo) un 33%. La importancia relativa en el gasto total pasó de 4,3 a 5,2%.  Pero hay algo peor. Porque si lo percibido en concepto de paro sirvieran para sostener el consumo interior, el problema sería menor. Sin embargo, en realidad, una parte considerable tanto de los salarios como de los seguros de desempleo percibidos sale para el extranjero bajo forma de remesas. Que ello sirva para paliar, al menos parcialmente, en el país emisor la hemorragia de personal formado a expensas del mismo25 es una cosa sin duda menos desagradable que la desinversión relativa que suponen para España esas transferencias de capitales.

Se sabe que, en el Mundo, las transferencias financieras de los inmigrantes “se han multiplicado por más del doble en 10 años y alcanzan ahora 150.000 millones de dólares según cifras oficiales (en realidad más), es decir, dos veces el volumen anual total de ayudas al desarrollo”26. En España, en el 2004, de una masa de 20.000 millones de euros percibidas en concepto de salarios, una estimación por lo bajo daría 8.710 millones transferidos, lo cual nos sitúa en el octavo lugar en el ranking de países transferidores27, pero el primero en la UE: en el 2004, las remesas que de aquí salieron supusieron 3.258,3 millones de euros, es decir, más de un tercio más que las que salieron de Alemania, y más del doble de las francesas. Cuando el peso en el PIB de nuestras remesas es de 0,39% (frente al 0,09 de Alemania y el 0,08 de Francia), el incremento de las remesas en los últimos cinco años ha sido de 14,9% (cuando en Francia ha disminuido en un 0,8%)28.

De lo que acabamos de describir se puede pensar que es una compensación moralmente justa por el daño causado al país de los inmigrantes; pero objetivamente, para nosotros, se trata de una desinversión….

Quinto mito: Los inmigrantes tienden a rejuvenecer la población y, por ello, a asegurar nuestra vejez”

Realmente aquí coexisten (y se alimentan mutuamente) dos mitos. O mejor, una estafa y un mito. Comencemos por la estafa: se nos dice que corresponde a la población activa mantener a los que dejan de trabajar. ¿Sólo a ella? Es decir, ¿no tienen nada que aportar las enormes ganancias de productividad de las que año tras año se beneficia el capital? Por ejemplo: si hace 20 años se necesitaban tres turnos de 8 horas para producir 300 automóviles, y hoy tan sólo se necesita uno, ¿nada tiene que ver esa empresa en el mantenimiento de los ya inactivos? Es decir, a productividad mayor obtenida por las empresas ¿no corresponde mayor obligación social? Por lo visto, al trabajador toda la obligación, pero al capital, “si te he visto no me acuerdo….”

Ahora el mito: la mayor natalidad de los inmigrantes. De hecho éstos se adaptan muy rápidamente al patrón dominante de la madre española. Es decir, dos hijos por pareja como media. Contribución a una sobrenatalidad: prácticamente ninguna. Y, de hecho, las parejas inmigrantes adoptan ese patrón de comportamiento por los mismos motivos que las parejas españolas: no se hacen hijos con salarios bajos y con inestabilidad laboral. Pero, además, ese alineamiento con el patrón dominante no se consigue por la vía, barata, de la contraceptación, sino por la cara, del aborto. Así, casi la mitad de los inmigrantes que abortan lo habían hecho ya antes al menos dos veces. Peor: el 10% de las inmigrantes que abortaron ya lo habían hecho entre 5 y 10 veces más antes, a lo largo de su vida. Y eso no son los datos reales, pues muchas irregulares recurren al aborto clandestino. Resultado: entre el 40 y el 50% de los abortos practicados en España corresponden a inmigrantes30.

Dos realidades futuras (si se me permite)

Demasiada inmigración, hemos dicho, matará la inmigración. Y será entonces el momento de volver a planteamientos inmigratorios más selectivos. Pero esas compuertas, en muchos países abiertas de par en par31, nos van a dejar dos lamentables herencias. La primera es la evolución divergente aquí de la situación del obrero y del patrono. Asemejan una autopista, es decir una doble vía, donde se circula en paralelo pero en sentido inverso: el obrero hacia atrás y el patrono hacia delante. Este último se apoya en la complicidad del Estado, de los sindicatos, del poder mediático y del eclesiástico para ganar dinero como nunca. Y como con la inmigración clásica parece no bastar para detener esa bulimia de ganancias, pues les llevamos las empresas a casa: así en España, según noticia del 04-12-05, “los beneficios empresariales siguen creciendo más del 20% mientras la economía crece un 3,5%…”32, pero un tal Instituto de Estudios Económicos “ligado a la CEOE”…. recomienda a las empresas que se trasladen a países con costes más bajos”33. Aquí en España o no hay datos o, sencillamente, no los dan; pero en Francia han quedado muy tocados por las deslocalizaciones sectores como el textil, el cuero, los electrodomésticos y el electrónico y se calcula la pérdida de puestos de trabajo desde 1.270.00 en 1980 a 670.000 en el 200234.

Habitualmente, los inmigrantes eran los primeros en poner el grito en el cielo cuando se hablaba de restringir la inmigración, y, sin embargo, una inmigración excesiva les perjudica tanto como al trabajador foráneo. No sólo es que el salario del autóctono esté estancado, sino que además, en el 2005, el sueldo real de cada extranjero cayó un 2%. Pensando en toda Europa, escribe Serge Maury35 “alentar irresponsablemente una inmigración masiva constituye un crimen cara a millones de inmigrantes ya instalados, en situación legal o no, cuyas condiciones de existencia de vivienda, de trabajo constituyen un escándalo. Toda nueva explosión migratoria hace retroceder sus posibilidades de acceder a una vida decente”.

Segunda Gran Cuestión: el racismo. Y un cosa es condenar el nazismo por lo que fue, es decir, un régimen autoritario, xenófobo e imperialista, y otra cosa tragarse todo lo que la propaganda de la postguerra ha dicho sobre él. Por ejemplo, el antisemitismo antijudío fue central en el nazismo pero, créalo o no el lector, el nazismo incorpora el racismo en general como un elemento más, y no como elemento central. Y sobre los trabajos del báltico Alfred Rosenberg, empeñado en demostrar la superioridad de la “raza germánica”, es conocido el sarcasmo de Hitler según el cual “Cuando Roma era ya Roma, los germanos aún vestíamos pieles de oso”36. Y no se conocen restricciones impuestas a los/as ciudadanos/as alemanes/as para contraer nupcias con las/os demás ciudadanos/as europeos/as excepto la chorrada de ser “arios”. Paradójicamente, sin embargo, se equivocaba Maurice Bardeche, el mayor teórico del fascismo en la postguerra37, cuando afirma que nunca se había visto que no quedara nada de un régimen que fuera tan popular. Nos guste o no: algo quedó, quizá porque responde a un elemento básico de la biología del comportamiento,  cual es la llamada “ley de proximidad genética”. Y ésta nos dice que el grado de sacrificio para con otra persona está en función directa de la similitud genética. Es decir, que excepto sometiéndome a un autocontrol decidido, primero cuido a mis hijos, luego a sus primos, y sólo en tercer lugar al vecinito de la esquina. El racismo lo llevamos de alguna manera en los genes, nos guste o no. Y combatirlo requiere un nivel de conciencia y de voluntad no desdeñable. Pero si lo llevamos en los genes significa que cualquier error, cualquier abuso, cualquier sobrepasamiento o descuido le beneficia. Y por ello el racismo parece la única herencia del nazismo destinada a sobrevivir, a expandirse si no se controla, y a hacer inútiles los esfuerzos en contra si se dejan crear condiciones objetivas favorables para su alimentación. Más aún: cuando se produce sobreinmigración, se produce esa cosa tan aparentemente inesperada como la que describen Sami Naïr y Enzensberger: “el inmigrante, una vez integrado se vuelve… intolerante hacia los extranjeros e inmigrantes que llegan posteriormente”. Enzensberger: “Dos viajeros en un comportamiento de tren… Están confortablemente instalados, como en su casa… Las plazas libres están ocupadas por periódicos, abrigos, bolsas. Se abren la puerta y entran otros dos viajeros. Manifiestamente existe repugnancia en apretujarse, en liberar los asientos libres y espacio para las nuevas maletas. Los dos primeros viajeros, aunque no se conozcan manifiestan una sorprendente solidaridad. Frente a los recién llegados, se comportan como un grupo. Se está disponiendo de su territorio. Cualquiera que penetra en él es considerado un intruso. Se sienten naturalmente como la gente del país, del que reivindican la totalidad del espacio. No es una visión racional de las cosas. Pero está muy anclada en ellos. [Sólo que] he aquí, ahora, que otros dos viajeros más abren la puerta del comportamiento. El estatus de los dos que previamente han llegado se modifica en el mismo instante. Eran intrusos, marginales; helos aquí, de pronto, transformados en autóctonos. Desde ese momento forman parte del clan de los sedentarios, propietarios del compartimiento, reivindicando todos los privilegios que se atribuían los predecesores. Paradójicamente defienden así un territorio patrimonial [y] no sienten la menor simpatía por esos últimos llegados…. Téngase en cuenta que todo el proceso está condicionado (a la postre, determinado) entre otros, pero con especial inmediatez, por la capacidad del departamento… variable en función, volvamos a tierra, de factores económicos a su vez condicionados por la no tendencia la empobrecimiento per cápita de los ocupantes “instalados” e incluso por la no tendencia a la merma de sus expectativas”37. Por ello es por lo que cada vez más inmigrantes en Francia votan por Le Pen.

Las gentes de a pie piden protección para el pueblo frente a la mundialización y sus consecuencias (inmigraciones y deslocalizaciones masivas, arbitraria circulación de capitales, sometimiento de los bancos centrales a los imperativos del mercado, es decir a los 2.000 nombres de oligarcas dominantes) y ello es absolutamente normal. Y si defender ese punto de vista es populismo o/y proteccionismo ¡pues bienvenido sean! Alguien tiene que contraponer los intereses del pueblo a los de las elites. El peligro no reside en defender al pueblo, que falta hace, sino en que se entiende por éste, y el exceso de inmigración puede transformar la oleada populista vislumbrada38 en un tsunami etno-populista que implique a sociedades duales, con blancos protegidos por una parte, y otras poblaciones incitadas de una forma u otra a retornar a sus países de origen. Así, pueden coexistir en el tiempo, y en relación a un país como Canadá, país impensable sin la inmigración, dos noticias: la primera, del 12-12-05 explica que “Canadá quiere aún más inmigrantes. Modelo de integración, este país vive la inmigración como un enriquecimiento”39; la segunda: “Fin del sueño multicultural: Canadá figuró mucho tiempo como modélico en materia de integración. Pero con la llegada masiva de nuevos inmigrantes no europeos, el país descubre la exclusión y el racismo”40. Todo lo anterior explica la alarma de ver “un racismo inquieto, más locuaz y más agresivo sustituir a un racismo tranquilo”41.

Epílogo

América Latina está virando en algunos casos hacia una izquierda populista que obviamente va a repartir rentas petroleras o/y mineras42, y en otros hacia una seudo izquierda que terminará siendo social-liberal pero mientras algo hará para la galería; a su vez, en el 2006, el Producto Interior Bruto del continente africano crecerá casi un 6%. Es pues el momento de aplicar políticas claras en relación con una “sobreinmigración” insoportable no sólo para el país sino, y sobre todo, para las clases más desfavorecidas; política cuyos puntos mínimos serían:

1º. Hasta poder asistir correctamente a los inmigrantes que están ya dentro de España, cerrar puertas al menos a los inmigrantes no comunitarios.

2º. Expulsión de todos los inmigrantes que hayan cometido delitos importantes y, desde luego de todos los ilegales. Primero porque no existe ningún derecho humano (ni en la Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano francesa ni en la onusiana) que permita forzar la entrada a la casa del vecino (y menos aún sin aceptar cumplir con las normas básicas de convivencia de la casa huésped). Segundo, porque si la inmigración tira los salarios a la baja, la ilegal los lleva al abismo….

3º. Inmigración sólo aceptada en base a contratos previamente obtenidos y temporales (y validados, por un visado en buena y debida regla en el caso de inmigrantes no comunitarios): si la precariedad afecta al trabajador español y al inmigrante legal ya establecido, lo menos es que al mismo rasero sea sometido el “aspirante” no comunitario.

4º. Números clausus en las empresas: en tanto se cumpla dicha limitación, aportarán las empresas una cantidad a la Seguridad Social destinada a financiar los gastos de vivienda, sanidad y educación tanto del inmigrante como de su familia “reagrupada” y del coste del transporte de repatriación. En el caso de que la empresa emplee ilegales habría que duplicar esa aportación43.

5º. Políticas estrictas de visados para el llamado “falso turismo”.

6º. Legalizaciones sólo caso por caso.

7º. Nacionalizaciones sólo caso por caso y tras 5 años de residencia permanente, y siempre y cuando la entrada en el país sea legal y no se haya delinquido gravemente.

8º. Reagrupación familiar sólo en el caso de familias de la Europa comunitaria.

9º. Cuatro años de vida en común demostrada para obtener la nacionalidad por matrimonio o pareja de hecho.

10º. Dichas medidas podrán ser suavizadas en el caso de los inmigrantes procedentes de la UE.

Jorge Verstrynge con Gema y Rubén Sánchez Medero
El Viejo Topo, nº 237. Octubre 2007

Notas

Rhetoriques de la race”, Le Monde, 01-XII-06.
Ver “Recensement ethnique: le debat français”, en Le Monde, 10-XI-06.
Le Monde del 15-12-06. Ya, en su día, Laurent Fabius, barón del socialismo francés, decía que Le Pen formulaba “buenas preguntas”….
In “Mutzu Macht: Denken in Kontinenten”, Berg am see 1981: 312 págs.
En Francia, Giscard d´Estaing habló en su día de “invasión”. Chirac, de “sobredosis de inmigrantes”, y Mitterand de “umbral de tolerancia rebasado”.
“Dos décadas de impulso a las economía”. El País, 02-01-06.
Este es uno de los temas más “tabú” de la realidad económica y financiera española. El endeudamiento y el déficit regionales y municipales es tan descomunal que no hay manera de obtener información veraz al respecto. Sencillamente, es ocultada…
El País, 02-12-06, pág. 45.
ABC, 26-02-06, pág. 54.
En Cinco Días del 17-07-06.
“Conforme los inmigrantes entran a una ocupación, los  salarios bajan”, afirma George Borjas, de la Universidad de Harvard,, citado por Heidi Przybyla, op. cit.
Compradore es una expresión, muy utilizada por Samir Amin, que designa a las burguesías nacionales de los países en desarrollo que son cómplices del imperialismo. Aquí esa acepción se traslada irónicamente a los sindicatos.
Recogida por Raimon Aymerich para el Courrier Internacional 08-11-06, pág. 49. Se trata de un fenómeno generalizado.
En aprendemás.com 17-11-06.
De la Fundación BBVA y el Instituto de Estudios Autonómicos.
En Madrid, el 15,8% de los extranjeros tienen carrera y el 18% formación profesional. El Mundo, 19-01-06. Pero ¡ojo! Si los inmigrantes procedentes de África son los que presentan el nivel educativo más bajo, los de la Europa del Este superan con creces la media española. Son los nacidos en los países de la antigua órbita soviética los mejor formados, ya que casi la tercera parte de los que vienen a trabajar a España poseen títulos universitarios, algo que queda muy lejos al día de hoy en los países como el nuestro (www.aprendemas.com).
Autores Caglar Orden y Maurice Schiff.
Le Monde del 17-01-06.
En su obra La grande migration, París, 1995, págs. 25 y ss.
Según el “Real” Instituto Elcano “la percepción de que un creciente porcentaje de los delitos perpetrados en España es obra de delincuentes extranjeros resulta confirmada por los datos policiales, judiciales y penitenciarios disponibles: la tasa de delincuencia de los residentes extranjeros es mayor que la de los autóctonos, tanto en España como en otros países europeos. Los extranjeros representan el 4 o el 5% de la población española, pero casi el 9% de los condenados y el 27% de los detenidos por delito en el 2001”. Dicho informe data del 2003 y con datos del 2001, y es insuficiente: los datos del ministerio de Interior para ese mismo año son 116.139 extranjeros detenidos para un total de 233.147. Hoy, todos esos datos han empeorado considerablemente. Entre el 2001 y el 2005, por ejemplo, el número de extranjeros ha pasado de 1.370.657 a 3.730.610 en el 2005 y el 40% de todos los presos de cárceles españolas son extranjeros. Y conviene prestar atención a la evolución de las distintas propensiones nacionales a la delincuencia. Aparte de que el 61% de los menores infractores son extranjeros, se asiste a una disminución de la delictividad de los españoles (42% de los delincuentes en el 2003 y 30% en el 2005) y de los magrebíes (respectivamente 40% y 25%), pero un aumento geométrico de los sur y centro americanos (9,6% y 24%); lo que pone en solfa otro mito: a saber, la mayor capacidad para integrarse de los latinoamericanos en comparación con los magrebíes. Dato positivo para la capacidad de integración magrebi, pues es evidente que el integrado delinque menos (ver El Mundo del 23-01-06)
Economía Europea, David Gracia. “Los inmigrantes avivan la factura del gasto”, Madrid 15-07-06.
R. Aymerich, op. cit.
El País, 05-12-06.
David Gracia, op. cit.
En el próximo ejercicio, los Presupuestos Generales del Estado recogerán una partida de cerca de 33 millones de euros para repatriaciones, cifra que supone un incremento de ocho millones de euros respecto al periodo anterior. Además, en el 2007 se invertirán aproximadamente 250 millones de euros en la atención a la integración de inmigrantes, de los que 185 se reservarán para el Fondo de Apoyo a la Acogida e Integración de Inmigrantes y refuerzo educativo. Otros 18 millones se destinarán a la atención humanitaria de los indocumentados, y algo más de 16 millones de euros servirán para subvencionar a Cruz Roja, el Comité Español de Ayuda al Refugiado y la Asociación Accem (Comisión Católica Española de Migraciones) (ABC, 18-12-2006).
Lo cual tampoco es seguro; así, según Kurt Blanchet y Regina Keith (en “L´Afrique tente de retenir ses medecins”, Le Monde Diplomatique, 12-06), a partir de ya serán necesarios 6.000 millones de dólares al año para paliar la fuga de profesionales de la medicina, cifra que se elevará a 7.000 millones a partir del 2010… En Zimbabwe sólo quedan 360 médicos de los 1.200 formados en la década de los 90; 200 sobre 800 en Ghana, lo que representa una pérdida de 50 millones de dólares en formación ahora al servicio de europeos y norteamericanos. Y los gobiernos africanos recurren a medidas y trucos de todo tipo para paliar esta hecatombe: subidas salariales, ayudas alimentarias, créditos a muy bajo interés, inversión en más facultades de medicinas, ayudas a fondo perdido para los que retornan, préstamos para vivienda, educación de los hijos a cargo del Estado, etc.
Pierre Jacques: “Tirer parti des migrations”, Le Monde 17-01-06.
El País vía Courrier Internacional del 02-11-05.
El País del 26-12-06.
ABC 28-11-06, pág. 26.
En España el empleo ocupado por extranjeros ha aumentado un 541% en una década (El País, del 18-06-06). Y entre 1994 y 2004, España sextuplicó su mano de obra extranjera.
Deia de la fecha, página 51.
Y añade esta otra lindeza: que “para las subidas de sueldo no se tenga en cuenta la alta (¡¿?!) tasa de inflación [sino]… la productividad” (El País 20-12-05). “Le monde: Dossiers et documents”, 11-06.
Revista Marianne del 29-09-06: “Inmigration de Masse: Cessons de faire l´autruche”.
Conversaciones de sobremesa.
Ver su libro Qu´est ce que le fascisme, Ed Le Sept Couleurs, París.
Ver “Inmigración, Inseguridad y Violencia”, de Eva Díez Poza.
Eric Le Boucher: “Le relour mundial des populistas”, Le Monde 11-12-06.
Le Monde.
Más del 50% de los canadienses creen que hay demasiados inmigrantes; 40% creen que la contribución de los inmigrantes a la riqueza del país depende de su origen étnico, y que los europeos si que contribuyen mas (80%) seguidos por los asiáticos (59%), los surasiáticos (45%) y lejos los caribeños (33%). En 1981 había 6 enclaves étnicos, hoy son 254… Ver Courrier internacional del 06-12-06, pág. 64 y ss.
Le Monde, 27-12-05.
Ver de Eric Le Boucher “Le retour mondial des populistes”, op. cit..
Si el 66% de los franceses son partidarios de tasar a las empresas que abusen de la precariedad laboral, otro tanto puede hacerse en relación con el abuso de contratación de trabajadores inmigrantes, sean legales o no.

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