El referéndum de independencia que se pretende celebrar en Cataluña, en su origen, no fue más que un órdago que se le ocurrió al señor Mas para doblegar al señor Rajoy cuando éste no accedía a sus peticiones financieras. En definitiva, una pura cuestión de pasta, que sólo se puede solucionar con justicia en unas leales negociaciones auxiliadas por una buena calculadora, nunca con la amenaza disparatada de celebrar un referéndum de independencia. Hay que empezar por decir que el señor Rajoy como presidente del Gobierno del Estado no está autorizado para pactar el pretendido referéndum, tampoco lo está para pactar por su cuenta un régimen económico diferencial con cualquiera de las Autonomías, sino que esto ha de ser asumido por la Conferencia de Presidentes autonómicos, a la que el gobierno catalán de hoy no quiere asistir, lo que supone que no acepta la legalidad del actual Estado de las Autonomías, que es lo que hay.
De esta actitud nacen todos los absurdos que se están observando en las actuaciones del actual gobierno de la Generalitat: quieren que les autorice un referéndum un Estado cuya autoridad no reconocen. Por supuesto que a este Estado no le queda otra que asumir su responsabilidad y no consentir que se celebre, por más que los principales dirigentes estén anunciando a bombo y platillo que se celebrará sí o sí, basados en el principio de que todos los pueblos tienen derecho a decidir.
En efecto, todos los pueblos, también todas las personas tenemos derecho a decidir, pero este derecho sólo se puede ejercer con justicia, por no decir con eficacia, si se tiene en cuenta la propia realidad, en este caso la de Cataluña, que no es un territorio aislado, sino con una interconexión de siglos con el resto de España y hoy con los veintiocho Estados que constituimos la Unión Europea. ¿Cómo iban a quedar después del referéndum estas complejísimas y variadísimas relaciones? De hace ya tiempo, recuerdo unas palabras que el señor Oriol Junqueras dijo muy amablemente en una tertulia de la televisión, que con la independencia de Cataluña todo iba seguir igual. Me imagino que lo dijo para no asustar a la gente no catalana. A primera vista, parece una oferta muy generosa, muy en son de paz, pero estudiada a fondo se la ve como una oferta tramposa. No se le pasó por la cabeza a este señor que, aunque se celebrase el referéndum y aunque lo ganasen por la mayoría más absoluta, tanto la desconexión primeo como la nueva conexión después exigirían contar con el Parlamento de Madrid, tanto del nacional como del autonómico, lo mismo que con los restantes Parlamentos autonómicos.
No estaría de más que estos independentistas tan ligeros de imaginación estudiasen a fondo las consecuencias del reciente brexit inglés, que, según se está diciendo, tardará unos dos años en llevarse a efecto, y eso que el Reino Unido es un Estado soberano, que no comparte moneda con la UE y que sólo lleva unido a ella unas pocas década, más aún, con un Tratado que contempla la separación y marca el proceso a seguir. A nadie le cabe en la cabeza que el gobierno inglés hubiese optado por resolver los problemas que plantea el brexit con las leyes que emanasen del Parlamento de Londres sin contar con la UE, que es como lo pretenden hacer desde Barcelona los independentistas catalanes que hoy gobiernan la Generalitat.
De todas las maneras, la pretendida consulta podría tener algún recorrido si se pudiesen esgrimir algunas razones muy hondas que la justificasen, siendo que hasta hoy la única razón es la económica, nunca otra mucho más poderosa y más honda, los conflictos de convivencia entre los pueblos. La verdad es que hasta ahora no hay reseñado conflicto alguno en este sentido, sino que lo que se observa a diario es justo lo contrario, y eso a pesar de las provocaciones que pretenden alimentar la catalanofobia en el resto de los españoles, algunas programadas desde hace décadas. A título de ejemplo podemos citar un documento que en los años noventa circulaba por las consejerías de la Generalitat, en el que se decía cosas como ésta: “Es necesario concienciar a nuestro pueblo de la necesidad de tener más hijos para garantizar nuestra personalidad colectiva”. Se trata de un documento extenso que destila actitudes que cuando menos se las puede calificar de fascistoides, impropias de quien, ya en el siglo XXI, pretende seguir perteneciendo a la Unión Europea.(1).
Lo indudable es que el conflicto de Cataluña hoy no es entre los pueblos, sino entre los gobernantes, siendo sin duda los pueblos las víctimas, también los que lo van a poder solucionar, especialmente el pueblo catalán con el ejercicio de su voto. Su derecho y su obligación es ejercerlo libremente, lo que exige, para ser auténticamente libre, que lo haga con una formación y una información muy a fondo. Sin esto, cualquier elección se convierte en un charco de ranas, sólo que con una gran ventaja para los políticos o los partidos más marrulleros, los que, en lugar de estar dispuestos a servir a los intereses de la mayoría simplificando los problemas para encontrar fáciles soluciones, se dedican a complicarlos marrulleramente a fin de que resulten insolubles y les garanticen a ellos un brillante porvenir.
Julián Sanz Pascual
enero 2017
(1) Tomado del libro El catalanismo, del éxito al éxtasis (Génesis de un problema social) El viejo topo/Ediciones, Barcelona 2015, p. 168 y ss.
¿Un referendum sempiterno?
“Un referéndum de soberanía siempre es una victoria. Si se gana, porque te abre las puertas a la plenitud del derecho y hace a tu pueblo libre. Si no, con que obtengas un resultado digno y no humillante, también es la primera piedra del edificio de la victoria, pone al país y su causa en la agenda internacional y todos sabrán que, tarde o temprano, el referéndum se volverá a hacer y se ganará. Después de un referéndum ya nada es como antes, porque todo el mundo mira al país en cuestión de una manera distinta que antes de la consulta, como un país inmerso en un proceso progresivo de afirmación, que ya ha iniciado un camino sin regreso. Un país que se pronuncia democráticamente sobre la posibilidad de convertirse en una nación soberana y en Estado independiente ya se sitúa automáticamente, en la conciencia de todos, en la lista de espera de la libertad. Y pasará más tiempo o no tanto, pero todos saben que, al final, este día llegará“. (Carod Rovira: 2014. La hora de Cataluña, pág.252)