Ramón, le pido disculpas. En otro tiempo, cuando era más «ingenuo» y más joven, tenía la frescura para captar las ironías. Ya creo en pocas cosas, y si me lo permite le diré que la perversión de la que Vd. habla campa a su anchas por doquier. La clase política no es más que el fiel reflejo de una sociedad egoista y perversa. Admito que todavía existe gente honesta, pero observo que es una rara avis en peligro de extinción. Es imposible vivir en Cataluña y no escuchar las declaraciones y actuaciones de nuestros políticos. Venden odio, provocación y enfrentamiento sin ningún pudor, a sabiendas de que nadie osará a decir esa «verdad» de la que Vd. habla. Y cuando alguien vende es porque otro alguien compra. Y ahí es donde mi razonamiento concluye: la perversion no es sólo del político, sino también de ciudadano que la permite. Un saludo.
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