Discrepo con Carreras sólo en su primera afirmación, porque en todo el resto del artículo estoy plenamente de acuerdo. La iniciativa del Gobierno de Aragón a mí me parece una tontería eficaz. Un método dialéctico eficacísimo ha sido siempre el de la «reducción al absurdo», y posiblemente sea el más contundente frente a una dogmática tan cuadriculada como la que sustenta los dogmas del independentismo aplicados al idioma. Denominar al catalán en su región como «aragonés oriental» yo creo que ayuda a desmontar el absurdo de la impostación y la sacralización unitaria de algo que responde a un uso social variado, complejo y diverso
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