La entrevista va declinando sin remedio

La entrevista va declinando sin remedio y muestra todas las contradicciones que tienen los liberales que dicen oponerse al nacionalismo. Para empezar, la explicación que ofrece de la defensa del derecho de autodeterminación de los pueblos por parte del primer PSOE es francamente mala. Marx y Engels defendieron la autodeterminación de la clase obrera de naciones jurídicamente constituidas como era y es el caso de España. Por el contrario, no apoyaron el privilegio de la secesión de ninguna región o «nacionalidad histórica» como Cataluña. Girauta parece no saberlo o, sea como fuere, deja una pregunta a medias con una respuesta francamente pobre. Esto lo hace en varias ocasiones a lo largo de la entrevista. Por otro lado, justificar de una manera tan falaz el apoyo del PP al gobierno de CiU me parece un engaño a los votantes del primero si lo que creen es estar votando a un partido que defiende España. Alberto Fernández Díaz es otro peón al servicio del nacionalismo catalán como consecuencia de su cargo actual. No se puede formar parte de gobiernos nacionalistas en estas condiciones. El nacionalismo debe de ser aislado y marginado porque su proyecto político es paralelo y contrario al del Estado y los efectos de su acción política son implosivos. Lo saben de sobras en el PP, pero les da igual porque lo único que les importa es asumir el poder. Lo que hacen los liberales -se encuentren en el PP, en el PSOE o donde se tercie- achacando la imposibilidad de la recuperación económica exclusivamente al gasto de las Administraciones públicas o a un imaginario poder extralimitado de los sindicatos es completamente tramposo. El verdadero problema se encuentra en la propia naturaleza del capitalismo: en el objetivo de sacar el máximo beneficio al mínimo coste. En definitiva, en la «flexibilización» del mercado laboral y en políticas fiscales regresivas. La gestión eficaz y eficiente del dinero público es necesaria, pero el principal escollo se halla en el empobrecimiento de la población por culpa de la precarización del trabajo y en la dificultad de implementar políticas sociales cuando el dinero no llega a las arcas públicas. Ahí están los intereses de los bancos, obviamente, dispuestos a seguir endeudando y a enriquecerse a costa de ello.

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