¿Sabe algo de Asturias?

Francisco Álvarez CascosNuestro marco de reflexiones  políticas se ha limitado mucho. Lo digo porque cada vez se empequeñece más y ya no escribimos sobre grandes temas, ni siquiera sobre España en general, sino sobre Zapatero o Rajoy. Confieso que a mí me aburren. ¿Qué más podemos decir de un presidente de Gobierno que ha colocado el cartel de “Se traspasa por quiebra del negocio”? ¿Y el inevitable sustituto? Se necesitará una imaginación desbordante para convertir las inminentes elecciones en algo trascendente. Un auténtico reto mediático. ¿Harán rifas en los mítines, como en las ferias antiguas? ¿Disfrazarán a los candidatos con los trajes regionales? Una muñeira bailada por Rajoy tendría su aquel. No digamos un corri corri con Rubalcaba fajado y con almadreñas.

Quizá lo más preocupante es el distanciamiento. Esa sensación de no entender nada, aunque para nuestra desgracia lo comprendamos todo.

Uno se sume en la perplejidad ante las cosas que escribimos sobre el dilema extremeño. La supuesta responsabilidad de un puñadito de diputados de Izquierda Unida que se niegan a respaldar a un candidato del PSOE, Guillermo Fernández Vara, que es tan parecido al del PP que incluso se formó en el Partido Popular antes de cruzar la calle y devenir socialista. ¿A quién queremos engañar? No será a los extremeños que saben muy bien que todos los acuerdos de enjundia se consensuaron entre el PSOE y el PP -las autonómicas leyes de educación y la renovación del Estatuto-, con absoluto desdén hacia Izquierda Unida. Y ahora resulta que los columnistas salomónicos se ponen muy serios y hablan de la pinza.

Sirva esto de introducción a Asturias. Escribir sobre Asturias en un medio catalán resulta una excentricidad superior a las crónicas desde Beirut o Valparaíso. Económicamente en regresión desde hace décadas, Asturias subsiste gracias a la subvención y al inveterado temor del poder central a revivir los fantasmas del pasado, hoy enterrados bajo capas de dinero público.

Por si no lo saben, en Asturias barrió en las elecciones autonómicas y locales un grupo político, Foro Asturias, aglutinado en torno a Francisco Álvarez-Cascos, que en apenas unos meses desencadenó fenómenos dignos de reflexión. La negativa del PP de Mariano Rajoy y Dolores de Cospedal a romper el statu quo asturiano, según el cual probablemente nunca ganarían al PSOE pero conservarían el feudo corrupto de Oviedo y demás canonjías, muchas de ellas compartidas al alimón entre socialistas y peperos.

El mérito de Álvarez-Cascos podría reducirse a un solo rasgo de humor. Un veterano en política trabajándose un territorio donde el plato más frecuentado por la ciudadanía es el chorizo a la sidra, recurso gastronómico que no exige talento alguno, sólo calor y tiempo. Cascos fue consciente de que el problema capital de una región como Asturias es la falta de incentivos; ya sean políticos, copados por una casta que administra los recursos que la regalan; ya sean económicos, por lo mismo; no digamos ya intelectuales, donde el poder de mecenazgo institucional, es decir, de inteligencia subvencionada, competiría con Catalunya, e incluso proporcionalmente podría superarla.

Ni conozco a Álvarez-Cascos ni lo votaré nunca, porque cada uno es hijo de sus obras y de sus pasados, pero me quito el sombrero ante su hazaña, y me avergüenza la cantidad de boberías que ilustres periodistas -algunos, amigos veteranos- han ido desgranando para justificar su propia ignorancia y su desdén por lo que desconocen. Primero, porque Cascos venció a su antiguo partido; nada menos que al PP, que con toda probabilidad nos va a gobernar en los próximos años.

Superar la fuerza de un aparato de partido con las manos ya en las palancas del mando es algo que no está al alcance de cualquiera. (Para ilustración de gilipollas: ni siquiera Alfonso Guerra lo consiguió en el PSOE cuando echó el pulso y hubo de conformarse con lo que le dieron). Luego vino a torear a la cúpula del PP asturiano, conformista y dispuesta al pacto y la componenda siempre que no se destapara el pastel. Cuando el alcalde de Oviedo, Gabino de Lorenzo, no consiguió las garantías necesarias para evitar los problemas que con toda probabilidad pueden acabar con él en la cárcel, rechazó a Cascos con la misma virulencia que le había jaleado. Y por último, venció al boicoteo de los medios de comunicación más leídos de la comunidad asturiana y de España, que con absoluta negación de la más obvia deontología profesional se dedicaron a ningunearle, cuando no a atacarle con una saña que no ocultaba su interés en mantener las cosas como estaban. Y les ganó, a puro huevo, pueblo a pueblo, mitin a mitin, chigre a chigre, ese tipo que inspiró en su día el doberman de la legendaria campaña del PSOE. No me negarán que la cosa tenga su gracia, y que como mínimo merece un articulito en la prensa. ¿O no?

En unos meses Álvarez-Cascos puso en pie un partido -Foro Asturias-, ganó de calle las elecciones compitiendo con el entramado político-mediático que lleva gobernando Asturias desde hace treinta años, un tejido mafiosillo compartido entre socialistas y populares. Un dirigente asturiano de Izquierda Unida, refiriéndose a las componendas entre el PSOE de Asturias y el PP local, decía que eso no era la pinza sino el pinzón. En un caso retiran al candidato socialista a la alcaldía de Oviedo para que salga el veterano del PP, Gabino de Lorenzo, que ya tiene sobre su calva el farol de la justicia. En la presidencia de la Cámara el pinzón consigue que el PP obtenga el cargo. Y si el Foro consiguió la alcaldía de Gijón fue porque algunos militantes del PP rompieron la disciplina de voto y de partido.

El Foro de Álvarez-Cascos ha propuesto un gobierno de concentración, con gran escándalo de PSOE y PP. Los socialistas porque han perdido las elecciones y han dejado de ser el partido que manda y reparte, con el agravante de que una parte de su electorado se desplazó hacia el Foro de Cascos, algo inconcebible y con inquietante futuro. El PP, porque ha salido quebrado de las urnas, convirtiéndose en el tercer partido de la comunidad y no se atreve a plantear la opción que más le gustaría: pactar con el PSOE local y aislar a Cascos. Algo imposible cuando ya se oyen los claros clarines de unas elecciones generales que ganaran en casi toda España, menos en Asturias.

El secreto del éxito de Álvarez-Cascos es difícil de conseguir pero sencillo de explicar.

Transformar a un líder conservador implacable en un símbolo de la transversalidad ciudadana, que se manifiesta como oponente correoso de la corrupción socialista y que rechaza amnistiar el negociado de sus ex compañeros de partido. Tiene su aquel escuchar el fragor de los denunciadores de Álvarez-Cascos, casualmente los mismos que se esforzaron por encubrir a un consejero autonómico socialista -Iglesias Riopedre- que hubo de dimitir precipitadamente porque iba a entrar en la cárcel por corrupción en grado superlativo. Y al que acompañaría en el trance carcelario la número dos de su consejería. Más otra alto cargo de la administración asturiana y un par de empresarios. ¿Ustedes leyeron alguna vez algo sobre esa Operación Marea? Probablemente nada. Y sin embargo, ¿verdad que disfrutaron de maravillosos folletos sobre las bondades de Asturias a todo color, y de cómo el Niemeyer de Avilés es la encarnación de la cultura de altos vuelos?

Les voy a confesar una intimidad: ¿saben por qué me tienen hasta los cojones los trajes de Camps, un tipo que me produce aversión? Pues porque parece que no haya más sastres que el suyo. Y así, no sólo no hacemos periodismo, es que acabamos con el negocio. O estamos a todas o ponemos anuncios. Eso lo entendió muy bien el presidente de la comunidad asturiana, el inefable Tini Areces: siempre que pagues muchos anuncios te haces imprescindible en los medios de comunicación. Y cuantos más anuncios y más Niemeyer y más premios, más necesario eres. Eso ayuda a comprender por qué estamos donde estamos.

Gregorio Morán

La Vanguardia (2.07.2011)

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