Me asombra que me digas esto. Un movimie

Me asombra que me digas esto. Un movimiento como el nacionalista oficial, cuya figura más representativa en el poder ha sido Pujol, no surge de la noche a la mañana. Esto puede ser un proceso a lo largo de un tiempo x que requiere de unos determinados tipos de estrategias. Yo no soy una erudita, ni mucho menos, en el tema, pero sí que me he enterado más en detalle del tema, a través de diversos libros y artículos sin fin. Esto lo único ha sido confirmarme más en mi gran desengaño por haber jugado con mi buena fe en mis años juveniles, cuando mi pleno apoyo a la lengua catalana, discriminada y ninguneada por el franquismo, sí, pero no borrada del mapa tal como afirmas. Y eso de que vaya a desaparecer, díficil lo veo, pues si con el franquismo, sguió hablándose, en los momentos actuales, está en sus mejores momentos a nivel de estudiantes. Lo que no puede ser es que se siga ejerciendose el sempiterno victimismo para marginar cada vez más al castellano en los ámbitos oficiales. Y responsabilizar a unos trabajadores que vinieron ¡POR NECESIDAD¡ y que muchas veces, fueron ellos los que pusieron la carne en el asador para conquistar derechos laborales (en estos tiempos, cada vez más barridos por unos que se dicen partidos ¿socialistas?) y por ello algunos fueron asesinados como en el 71 en la SEAT. Responsabilizarlos de algo que es exclusivamente de unas ciertas élites nacionalistas, me parece que no responde demasiado a la realidad. Pasividad no equivale a culpabilidad. En todo caso sólo culparía a los que se daban de izquierdas, y con la excusa de la Transición, hemos llegado a donde hemos llegado: unas cotas de poder cada vez mayores para los poderes catalanistas. Respecto a C’s, mejor no tocarlo, pues ya se encargaron los de dentro que todo se fuera al carajo.UPYD ni siquiera ha llegado a ser testimonial en Cataluña, algo que tampoco le ha quitado a Rosa Díez y a Gorriarán. Acaso sea, que se conocen el percal de por aquí, y prefieren buscar un posible electorado que le funcione. No son tontos, vistos los resultados que han obtenido en otras CCAA. Y para ej. de lo primero que decía sobre el nacionalismo, lo siguiente: OPINION publicada por Los años contados (memorias) el 31/12/2008 José Luis Gimenez Frontín: ‘Siempre hay una primera vez’ Giménez Frontin nos explica en capítulos de su biografía lo pronto que empezó a incubarse el huevo de la serpiente de nacionalismo entre buena parte de la élite intelectual catalana de izquierdas Pocos días antes del inicio de estas navidades, el 21 d diciembre, falleció el poeta, ensayista y activista cultural catalán JOSE LUIS GIMENEZ FONTIN. Francesc de Carreras le dedico una sentida necrológica que publicamos en esta web con el significativo título de “ Giménez Frontin: un tipo decente”. Su último libro publicado es su autobiografía “LOS AÑOS CONTADOS” en el cual, entre otras muchas cosas, hace de notario de la deriva hacia el nacionalismo cateto de una sociedad , la barcelonesa, que para muchos era lo más abierto y cosmopolita que había en España en aquellos últimos años del franquismo y principios de la transción. Personajes que muchos considerábamos admirables por su compromiso con la cultura y con la lucha por la libertad nos empezaron a sorprender con sus tomas de posición cada vez mas próximas a una concepción nacionalista y cerrada de la sociedad catalana. Es el caso de Josep Maria Castellet, en la órbita del PSC, gran escritor ensayista y animador de la cultura en castellano y catalán, gran editor pero que muy pronto ya empezó a enseñar la patita, tal como nos lo muestra el ciudadano Giménez Frontin en este capítulo de su biografía, titulado “SIEMPRE HAY UNA PRIMERA VEZ”. El libro, absolutamente recomendable para entender muchas cosas que han pasado en Cataluña en las últimas décadas, lo edito Bruguera apenas tres meses antes de su muerte inesperada. (en la foto Josep Maria Castellet) SIEMPRE HAY UNA PRIMERA VEZ: Fue con ocasión de la campaña en pro de la libertad de expresión de 1.978 cuando comprometido a encontrar personalidades de la cultura para uno de los manifiestos que circulaban en protesta contra el Consejo de Guerra a la compañía de Els Joglars, le presenté ala firma el documento a Josep Maria Castellet, el prestigiado intelectual socialista, editor y autor, entre otros textos críticos, de la famosa antología de los novísimos. Con su extremada cortesía, su precisión mental y su sonrisa habituales me dijo que lo firmaría encantado si se subsanaba un pequeño problema en el texto. La palabra España había de cambiarse por la fórmula Estado Español. Al menos en Cataluña eso es lo que poco a poco tenía que ir imponiéndose en el lenguaje político, en los medios de comunicación y en la enseñanza. La fecha puede parecer sorprendente, pero garantizo que, al menos para mí, ésa fue la primera vez en que topé oficialmente, fuera de los manuales de Derecho Administrativo da la facultad, con el concepto de “Estado español” para aludir – reduciéndolo a un estricto ámbito jurídico – a un espacio histórico y también en buena parte antropológico y cultural (España) que yo, en mi deficiente formación ideológica había juzgado como existente en la realidad y razonablemente común, o no mucho menos común que el de otras comunidades de la vieja Europa ( pero para referirse a otros ámbitos legales, como Gran Bretaña, Italia o Alemania, no era necesario en cambio mencionar a su Estado) . Si recuerdo ahora la anécdota es porque en su día me llamó poderosamente la atención. Hoy es más que evidente que sobre dicha formulación pivota toda la reescritura de nuestra vida pública oficial, en su poderosa gravitación centrípeta hacia sentimientos nacionalistas o hacia alguna suerte más racionalista de federalismo; pero entonces creí entender que se presentaba sólo como un instrumento estratégico de la izquierda en su lucha contra la dictadura franquista. También confesaré que, en aquel entonces – quizás contaminado por el virus cultural y un punto psiquedélico de una utópica Arcadia – a mi lo que ideológicamente me molestaba era la palabra Estado. Por otro lado , si la argumentación de la buena nueva me hubiera sido expuesta por algún otro, tal vez habría sonado a mis oídos como una orden de cuartel ( de hecho , es así como fue editorialmente expuesta la “segunda vez”); viniendo de Castellet, aparecía como una discreta recomendación para la introducción de una nueva cortesía en las reglas sociales de una reunión de académicos.

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