Recuerdo que hace algunos años, en un viaje parecido al que ahora me encuentro escribiendo estas líneas, me ví prendado, corrijo, emocionado de poder charlar durante un rato con alguien que no hacia mucho había dejado su cargo de vicepresidente del Gobierno, para dedicarse, entre otras cosas, a dirigir el partido político que en aquellos días, era el partido de mis amores.
Aún mantengo en la memoria parte de la conversación que tuvimos, donde le reprochaba a Narcís lo injusto que era sentarse justo al lado de todo un ministro de Felipe González, en clase turista, mientras que algunos miembros de CiU, encabezados por Durán i Lleida, pasaban delante nuestro, dirigiéndose a la clase preferente. Mi compañero de viaje zanjó el asunto con una leve sonrisa y una tarjeta de presentación, por si quería participar en política ¡Una propuesta realmente atractiva!
Han pasado 14 años desde aquel “glamouroso” día, forjado en la experiencia de militante de base, con 4 años de oposición en una concejalia municipal, y el doble como representante en un Consejo de Federación sin saber, todavía hoy en día, ¡que coño pintabamos muchos allí!, sobre todo, los que no debíamos nuestro sueldo al cargo.
Sin embargo, y después de un tiempo prudencial, llegué a darme cuenta, al menos así lo creía, del sentido de mi permanencia en esta organización política; y empecé a reflexionar sobre las posibilidades que tendría en poder desarrollar mi labor en el engranaje organizativo.
Quiero confesar que muy pronto lo tuve claro ¡O me apuntaba al clan haciendo la pelota al político de turno, o seguía ejerciendo mi capacidad de libre pensador con el consecuente desprecio y ninguneo de la clase dominante!. Las presiones en mi entorno sociológico, de uno y otro lado, apuntaban a ¡Si no vas a sacar nada de provecho, que haces aquí! ¡Eres un ingenuo! Expresiones, confieso, que por el hecho de tener un cierto matiz repelente, no estaban fuera de contexto creando en mi propia persona una cierta preocupación. No obstante, lo importante fue que decidí seguir por el camino más duro, el del enfrentamiento y el debate ideológico, basado en los postulados políticos en los cuales me sentía y siento más identificado.
Mi prueba de fuego tuvo lugar en el Congreso Nacional del PSC de hace 2 legislaturas, donde puse en apuros al tribunal corrector de enmiendas, encabezado por Joan Ferran, exponiendo mi contrariedad a la audiencia por tener que aceptar la condición de ser catalanista para continuar siendo un militante de base socialista del PSC. El dilema, tras breve conclave del tribunal, se arregló con una chapuza lingüística; total, casi nadie se lo va a leer.
Pero pronto llegaron mis desavenencias con el aparato director de la Federación cuando, supongo que empezaron a darse cuenta de que, ¡este no traga!, mejor dicho ¡no está en la línea oficial!; y más, cuando ante los mandamases políticos, diputados, congresistas, etc, expuse publicamente ante la propia redactora del nuevo Estatut, Lidia Santos, las incongruencias que aportaba el nuevo documento y, el posible rechazo o ambigüedad de la mayoría de la ciudadanía, como así ocurrió definitivamente, sin esconder mi inclinación socialista identificada fuera de los parámetros catalanistas o nacionalistas, como ustedes quieran, representante, aquí me autodefino, de esa minoria silenciosa socialista .
Ante esta disyuntiva, hice lo que algunos compañeros hicieron, huir hacia delante, pensando que en aras del bien de la ciudadanía y del Partido, era necesario seguir luchando dentro del sistema, confiando y apoyándome en mi propia autodeterminación como persona, con el agravante de esa espada de Damócles de ser tachado de hereje de la doctrina oficial.
Y fue así como llegué a la situación actual, siendo uno más en este cementerio de elefantes con ideas, quién sabe si obsoletas o fuera de la realidad, espectante como muchos ante los nuevos acontecimientos políticos y sociológicos que se avecinan.
La conclusión ante toda la experiencia asimilada, se basa en mirar el futuro con optimismo, no ingenuísmo, como siempre he hecho; el problema, amigo, es acertar el camino a seguir.
La esperanza por conseguir la unificación de la militancia socialista no identificada con la terminología ideológica oficial, sigue latente en mí. Por desgracia, las pocas organizaciones que nos representan con este perfil, todavía siguen ensimismadas en la propia autocomplacencia huyendo de la responsabilidad individual y colectiva. Y así pasan los dias de los otros socialistas, esperando a alguien que merezca la pena escuchar, ese mirlo blanco que nunca llega; hasta que un día, aburrido de tanta hipocresía, buscas una salida, algo ilusionante, diciendo adios a tanto tiempo perdido y a tantos “históricos”, mirándose el ombligo.
Eduardo Valencia. Miembro de ÁGORA SOCIALISTA. MMXI
Ágora Socialista (30.03.2011)
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