A mí lo que me preocupa es la captació

A mí lo que me preocupa es la captación, por parte del nacionalismo, de aquellos sectores de la sociedad catalana que no le serían afines si no fuera por la insistente táctica goebbelsiana de repetir machaconamente las mismas falacias a través de todos los medios oficiales y extraoficiales disponibles. La franquista, o directamente nazi, consigna que reclama la «dignitat de Catalunya» viene a añadirse al pesado equipaje que conforma la huera fraseología nacionalista. «Autodeterminació», «dret a decidir», «balances fiscals», «espoli fiscal»… son términos que, utilizados por el nacionalismo, encubren el sórdido contenido etnicista que es su única razón de ser. Sin embargo, la pedagogía del odio, el uso antidemocrático de los medios de comunicación, de la enseñanza y del conjunto de las instituciones detentadas por los partidos nacionalistas, ha acabado haciendo mella, en mayor o menor grado, en el grueso de la sociedad catalana. El ciudadano medio del Principado, poco versado en conocimientos jurídicos o económicos y con escasa cultura política, ya no está seguro sobre si realmente Cataluña sufre un expolio por parte de España o si somos o no somos una nación. La mayor perversidad del nacionalismo ha acabado consistiendo en convertir la mentira en dogma de fe y en ridiculizar y estigmatizar el debate racional con los disidentes. Los catalanes que celebramos el triunfo de nuestra selección, tal y como ya se observó hace dos años en la Eurocopa, fuimos mucho más numerosos que los asistentes a la suerte de manifestación de reafirmación nacional neofranquista orquestada por el régimen catalanista y financiada con dinero público. Las cifras oficiales, como sucedía durante el franquismo, sólo han estado ahí para mentir. Las celebraciones deportivas son júbilo y unidad, ciertamente. Pero, ¿qué pasa con la concienciación política de toda aquella gente, de los que salimos el domingo 11 a la calle?. ¿Cómo se traslada ese sentimiento de unidad a las urnas?. Pues con desánimo, sin ganas, con apoliticismo o con gregarismo. A seguir engrosando la abstención cuando se convocan elecciones autonómicas o a votar a los partidos mayoritarios a los cuales las garantías de igualdad de todos los ciudadanos españoles les trae al pairo. Por su parte, el movimiento constitucionalista o no-nacionalista tiene pocos medios, está dividido y presenta un formato que resbala en el suelo catalán. Quedan pocos meses para la convocatoria de elecciones. Albert Rivera y los suyos se lo juegan todo a la carta de la -escasa- presencia mediática de la que dispondrán. ¿Y cuál será la baza con la que contará UPyD?. ¿Está la dirección nacional realmente interesada en conseguir representación parlamentaria en Cataluña?. ¿Nos van a dejar unos y otros en la estacada?. Las hipótesis estadísticas que se manejan de cara a los resultados electorales son patéticas. ¿Se puede ilusionar a alguien en estas condiciones o, sencillamente, estamos perdiendo el tiempo todos los que estamos metidos en esto?.

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