No tengo ni idea de qué fotos de Camps y de Rita Barberá -espectáculo satánico- fueron censuradas, pero por encima de todo creo en la libertad de expresión y en el derecho a cobrar derechos de autor. De modo que pienso que tanto el señor Camps como la señora Rita tenían razón al no querer expresarse mediante su imagen captada por terceros y que, además, deberían cobrar ya que, sin ello y sin ella, tales fotos jamás habrían existido. Es más, si ello y ella no ofrecieran tan extraordinario saturnerío cada vez que aparecen en público, la creatividad gráfica quedaría reducida a la altura de un soneto.
Porque si la cosa consiste en que lo veamos todo del revés, vamos a ponernos a contar disparates.
Garzón es el delincuente, Correa es un ameno justiciero, los Oscar de este año resultaron primorosos, la nevada en Cataluña fue recibida con un despliegue de eficacia nunca visto antes. Y como todo ello no es bastante, vamos a ver si el PP consigue que ataquemos Venezuela y Cuba. Son peores que Perejil, aparentemente. Cuánta fragancia de fragata.
Si fuéramos como niños y actuáramos como niños nos despertaríamos todos los días haciendo preguntas, seguiríamos a aquellos que, debiendo respondernos, no lo hacen. Y continuaríamos haciéndoles preguntas. Imaginen, toda la ciudadanía de bien, llenando las calles, con el dedo índice en alto: ¿y por qué esto, y por qué lo otro? Si fuéramos niños y pensáramos como niños y creyéramos en la justicia como creen los niños… Si nos indignara la indignidad como indigna a los niños. Ah, si eso fuera posible.
En efecto, saldríamos a las calles a preguntar, tan sólo a preguntar. Nada de violencia, nada de histeria, nada de partidismo. Como ciudadanos que querrían volver a poseer la mirada del niño. Y preguntar, y preguntar.
Maruja Torres
El País (11.03.2010)
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