Rosa Díez ha tenido poco tino con esta expresión, algo impropio de ella. Por su parte, alguien como Carod-Rovira, por poner un ejemplo típico, ha protagonizado shows del todo lamentables -desde la humillación pública de una camarera inmigrante en un local de Barcelona a los 120 euros el cubierto que se gasta diariamente en los restaurantes más caros de la capital catalana. Allí no estaban las cámaras, claro. Sin embargo, estamos hartos de contemplar cómo a los partidos contrarios al nacionalismo no se les pasa ni una mientras los líderes nacionalistas campan a sus anchas riéndose del conjunto de la ciudadanía.
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