Alberto Arce, reportero de guerra, único testigo de la ofensiva militar israelí Plomo Fundido
Ima Sanchís.- Vi la noticia de una chica de 22 años que había muerto aplastada por un bulldozer israelí haciendo de escudo humano frente a la casa de un palestino. Pertenecía a una organización norteamericana (ISM).
Y se fue con ellos…
Sí, a intentar grabar una película sobre su trabajo: Nablús, la ciudad fantasma.A los 13 años vi caer el muro de Berlín, a los 26 caminé 340 kilómetros de un muro que es el doble de alto y que sigue creciendo. Yo era un crío, pero los soldados israelíes que estaban frente al muro tenían 18 años.
Año 2006: Líbano.
Costa sur, guerra entre Hizbulah e Israel. Recuerdo el silencio: tras los bombardeos, los supervivientes salían de los sótanos y sin decir palabra hacían el recuento de los vivos y de los muertos. También vi en acción la Doctrina Dahie (cien palestinos y libaneses muertos por cada israelí), que Gabi Askenazi, jefe de Estado Mayor, formuló entonces. Aprendí el concepto de proporcionalidad en el ejercicio de la legítima defensa.
¿Todas las guerras se parecen?
Sí, siempre me pregunto cuál sería mi reacción ante un terremoto donde la muerte y el sufrimiento humano se multiplican por cien.
Sé lo duro que es ver morir a una niña por el disparo de un francotirador, pero no sé lo que es ver morir a una niña de la misma edad de hambre, y no se cuál de las dos violencias duele más. Si yo tuviera que elegir preferiría morir a fuego, ya ve, reflexiones gore.
2007: Iraq.
Tras la invasión vino la guerra sectaria, entre hermanos, que era muchísimo peor y difícil de entender. Hay víctimas, pero no culpables. Quizá en el décimo viaje entienda.
2008: fue usted el único periodista que cubrió la operación militar Plomo Fundido, en la franja de Gaza.
Israel no permitió que entrase nadie, pero yo ya estaba dentro y decidí no salir. Tenía 32 años. Esas tres semanas han constituido la experiencia más brutal y traumática de mi vida. Todo empezó una mañana: en siete minutos mataron a 380 personas.
Se empotró con la Media Luna Roja.
Decidí quedarme a vivir con los civiles, con los camilleros y los médicos, porque la ambulancia siempre es la primera que llega y la que llega más lejos. La guerra, que es el mecanismo más asqueroso y primario de relación entre seres humanos, tiene reglas.
En teoría.
Se llama derecho internacional comunitario. No se puede matar al personal de la Cruz Roja. Mataron a 16 y destruyeron cuatro ambulancias. Dos de ellas delante de mí, se ve en la película. Durante 23 días dormí lo que ellos durmieron, comí lo que ellos comieron y salía en cada llamada. Llegábamos al lugar, grababa un rato, dejaba la cámara, me ponía los guantes y como ellos me afanaba en recoger trocitos de personas.
…
Cuando en un contexto de combate la resistencia retrocede, los trabajadores de protección civil, que van desarmados, se la juegan para salvar la vida de otros. Yo siempre les preguntaba: «¿Y si mañana nos encontramos a un soldado israelí herido?».
¿Y?
«Lo metemos en la ambulancia, lo estabilizamos y ya pensaremos adónde llevarlo para que no se lo carguen».
Una lección de humanidad.
A los estudiantes de Periodismo se les suele decir que un reportero no se debe implicar con lo que pasa. Pero si yo soy cámara y hay muchos heridos y poco personal…
Dejas la cámara y ayudas.
Sí, y hasta donde yo he hablado con periodistas, todos lo hacen.
¿Qué ha visto en Gaza?
Vi mil horas de horror, grabé 65 y muestro dos. Decidí contar la guerra siguiendo el criterio de la cuarta convención de Ginebra, es decir: cómo se viola esa convención, cómo se cometen crímenes de guerra. La última escena de mi documental es el bombardeo con fósforo blanco. Un año después, el general que lo ordenó ha sido castigado.
Algo es algo.
Mi experiencia humana la resumiría con un hecho: los calcetines, los calzoncillos, los pantalones…, lo que llevaba puesto aquel primer día es lo mismo con lo que llegué a Madrid tres semanas después. Pero los pantalones los llevaba llenos de mierda, me había cagado encima repetidas veces.
…
Ver cómo los camilleros rescataban a un bebé al que se lo estaban comiendo los perros porque no permitían que la ambulancia lo recogiera… es terrible. Te conviertes en un cíbor, miras pero no ves. Yo ponía la cámara y miraba hacia otro lado. ¡Cómo puede haber gente que justifique eso!
Han catalogado su película de gore.
Por una escena, la de la familia Hamdan, dos niñas y un niño, cuatro, seis y once años, que entraron vivos en el hospital. Grabé cómo los depositaban en la camilla y una vez más me senté en el suelo y me puse a llorar. Vino uno de los médicos, me levantó y me dijo: «Grábalo todo, el mundo debe verlo». Y grabé cómo los niños morían.
¿Alguna conclusión?
Que siempre pierden los mismos: los pobres. La guerra es fea y evitable y los que la hacen son malos, así de simple.
¿Cuál es la esperanza?
Seguir contando y que los ciudadanos presionen para modificar las decisiones.
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CLARO Y SENCILLO
El 19 de diciembre del 2008 entró en el último barco que alcanzó la franja de Gaza antes de la operación militar Plomo Fundido. Las autoridades de Israel bloquearon el acceso a la prensa internacional, él era el único testigo. Rodó el largometraje To shoot an elephant (disparar a un elefante), premio al mejor director del Festival de Florencia, premio de Periodismo Anna Lindh, y seleccionado para participar en los festivales de cine de medio mundo. La película se emite el sábado en la Filmoteca de Catalunya y el domingo en los cines Verdi (Festival DocsBarcelona). Su crudeza ha sido criticada, pero no muestra otra cosa que lo que ocurrió. Arce habla claro y sencillo, así las palabras no ocultan la realidad.
La Vanguardia-La Contra (4.02.2010)