Rosa Montero afirma que «no pide que se prohíban los toros» y con ese regate se sale por la tangente para finalmente no decirnos si está a favor o en contra de que se prohiban. Ésa es la cuestión fundamental que Rosa habilmente elude; aunque del artículo se desprenden claras connotaciones a favor de la prohibición (desde el rechazo a los que oponen a ella). El hecho es que pueden no gustarte los toros y no por ello pretender que se prohiban. A mí, particularmente, no me gustan, pero estoy radicalmente en contra de su prohibición por principio, por lo que tiene de actitud totalitaria y dogmática, porque responde a una absurda, ñoña y falsa sensiblería mal entendida y porque, además, en el caso de Cataluña oculta otros intereses, como certeramente señala el comentario de Antonio.
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