Muchos de los críticos que están poniendo verdes al partido y a la propia Rosa Díez no son más que dinamiteros con algún interés oculto. Los famosos «liberales» que tanta guerra dieron en Ciudadanos tienen mucho que ver con las tramas que pretenden torpedear cualquier alternativa viable progresista y no nacionalista en nuestro país. Pero gran parte del problema reside en el diseño equivocado de Martínez Gorriarán. Se intentaron subsanar parte de los errores que fastidiaron Ciudadanos, pero se están cometiendo los mismos y se están añadiendo otros nuevos. UPyD no puede ser una gran familia presidida por un gurú que en cuanto falle lo mande todo al traste. El partido tiene que fundamentarse en unas ideas claras, con nombre y apellidos, pero que vayan más allá de determinados puntos generalistas sobre la regeneración democrática y la unidad de España. Menos transversalidades y menos rollos macabeos. El progreso pasa por enfrentarse a los nacionalistas, por supuesto. Lo que ocurre es que, además de los nacionalistas y los que les bailan el agua, España necesita sacudirse de encima a todos aquellos que van de españolazos pero que no se cortan a la hora de declarar sus holgadas ganancias en paraísos fiscales -como el País Vasco o Navarra vienen a serlo dentro de nuestras propias fronteras- y de estafar a Hacienda de una u otra manera. Sobra demasiado vivillo de este tipo, y no veo a algunos de UPyD dispuestos cantarles las cuarenta.
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