Tenemos un grave problema en Cataluña e incluso en el País Vasco. Se confirma que las comunidades en las que UPyD está consiguiendo mayor respaldo es en aquellas que están menos industrializadas. En concreto, Castilla y León es un feudo tradicional del voto conservador popular. UPyD pincha en las autonomías detentadas por el nacionalismo. La dirección de C´s, en un alarde de alejamiento absoluto de la realidad, sigue empeñada en impedir que el no-nacionalismo pueda revalidar su presencia en el Parlament catalán. Insisten en su estrategia de morir matando, de perjudicar a todos los ciudadanos que no acatamos el nacionalismo. Parte de los votantes que anteriormente habían apoyado a C´s han optado por UPyD. Sin embargo, no se ha conseguido ni de lejos movilizar a todas aquellas personas que nos unimos en las elecciones autonómicas de 2006. La mayor parte de aquella gente se ha desmotivado y se ha desmovilizado, para regocijo de las autoridades nacionalistas que ven desinflarse la oposición a su régimen etnicista. La mayor parte de la culpa de esta debacle la tiene Albert Rivera, desde el día en que se supo que había pertenecido al PP y que había mentido sobre su filiación política hasta el día en el que se firmó su acuerdo particular con la disparatada coalición Libertas. Pero no son Rivera y su camarilla los únicos responsables de este despropósito. Recordemos que el sector más a la derecha del partido -con Arcadi Espada en primera línea- siempre ha estado presionando. Y que la elección de Rivera como presidente fue consecuencia de aquellas negociaciones, de la incapacidad de algunos para comprender que C´s tenía que ser un partido de izquierdas si de lo que se trataba era de responder a la realidad sociopolítica catalana. Por su parte, el caso de UPyD es igualmente el de la coincidencia en su seno de facciones divergentes entre sí, pero unidas por un eje vertebrador que no deja de ser una herida cerrada en falso sometida a constantes embates o a la tentadora llamada del oportunismo más desideologizado.
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