Aprovecho este blog para dejaros algunas de las impresiones que me ha causado la tocata y fuga de Chaves a Madrid. He escogido la viñeta adjunta, porque, humor aparte, se me aparece como representativo de uno de los rasgos distintivos de la Andalucía de Don Manué. Otros rasgos son que Andalucía lidera los porcentajes españoles de fracaso escolar, de endeudamiento familiar y de embargos, que ha dejado de converger con Europa por primera vez en siete años, que su crecimiento en el 2008 fue del 0,8 % frente al 1,2 % nacional, que el 27 % de los delitos protagonizados por menores españoles se comete en Andalucía, que mucha gente ha muerto esperando la aplicación de la Ley de Dependencia, que como dice J. Chamizo, defensor del pueblo andaluz, «no podemos seguir así en menores, con problemas de hace trece años sin resolver», que es la comunidad autónoma con un mayor número de parados, con cifras que se acercan al millón, etc. Para entender bien el claroscuro andaluz, hay que leer de nuevo la “Andalucía al trasluz” de A. Muñoz Molina, publicado hace diez o doce años en un dominical de El País, y no, por ejemplo, las visiones edulcoradas de A. Soler y otros en el Magazine de Prensa Ibérica este pasado domingo.
Y lo que es más sintomático, los sectores urbanos más dinámicos viven de espaldas a los supuestos ideológicos de la Junta de Don Manué, que ha venido cultivando desde hace décadas, al calor de las sucesivas modernizaciones, la dependencia clientelar, el desapego a las iniciativas ciudadanas independientes y cierta alergia a la meritocracia, no sólo en el sistema educativo sino en las instituciones y función pública. Ha contado con una verdadera cascada de recursos, especialmente europeos, para mantener esos cultivos tan rentables electoralmente en sectores sociales dependientes, hasta ahora mayoritarios, pero ya no tanto.
Considero que, en realidad, la tocata y fuga de Don Manué ha sido un logro ciudadano, de la gente que tiene más conciencia ciudadana, y de la falta de legitimidad que la crisis le está causando a la Junta y el PSOE. Parece que sondeos recientes le hacían perder la mayoría absoluta y sentir en el cogote el aliento del PP. También es cierto que este punto de inflexión ha coincidido con el nuevo cariz de los intereses políticos del PSOE y de ZP.
En Andalucía no ha prosperado un nacionalismo andaluz. El PSA casi ha desaparecido. Los «separatistas» corren el riesgo de que los corran a gorrazos. Otros grupúsculos nacionalistas andaluces o se remontan al pasado andalusí y otros refugios de la imaginería identitaria o reivindican un diferencialismo nazarí en la Andalucía oriental. Sin embargo, el PSOE-A y cierto electorado andaluz han sido los conniventes necesarios con las políticas nacionalistas del PSC, de modo que el electorado socialista de Andalucía y Cataluña han constituido el eje fundamental de las victorias electorales del PSOE. La permanencia del presidente del PSOE al frente de la Junta, en un momento del desafío catalanista a la financiación, era ciertamente un engorro para el PSOE, y más en un momento de soledad parlamentaria de ZP, que todavía parece no saber si optar por un gran pacto nacional contra la crisis, cuyo precedente ha sido el acuerdo en el Pais Vasco, lo que repele por principio y puede que le haga caer antes de acabar la legislatura, o por buscar salvavidas parlamentarios con PSC, ERC, ICV, CiU…
Además, hay dos cosas que amenazaban la quema del presidente del PSOE. La necesidad de mostrar como un éxito, frente a un bilateralismo catalanista agraviado, el cobro de la «deuda histórica», por más que sea un timo (tanto el mantenimiento del concepto como el cobro), y las próximas medidas de rescate financiero, que en Andalucía, dada la situación, puede entenderse como lo que es, un segundo atraco nacional.
La autonomía andaluza no ha contado.
Rafa N. 17/04/2009
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