El presidente afgano está de acuerdo con la violación de la mujer chií dentro del matrimonio
A la larga lista de mujeres del islam que luchan con valentía por su libertad, habrá que añadir a la escritora noruega de origen musulmán Sara Azmed Rasmussen. Ayer mismo, un amable lector, Josep Coll, nos hacía la crónica desde Noruega, con un título clarificador: "Las mujeres musulmanas, olvidadas por los movimientos feministas noruegos". Explicaba que en la manifestación del día 8, el comité organizador se había negado a hacer mención de las terribles discriminaciones que la mujer sufre en los países islámicos, alegando "que no había llegado el momento" de asumirlas, por motivos "políticos y religiosos". Por supuesto, en dicha manifestación se corearon temas contra Israel -ello siempre resulta gratis- y contra la presencia de tropas noruegas en Afganistán.
Lo sorprendente es que algunas mujeres musulmanas protestaron sonoramente contra la organización, y la escritora Azmed Rasmussen quemó públicamente su hiyab por la falta de solidaridad de las feministas de su país. El vídeo de la quema, colgado en internet, es espectacular. Este valiente acto de repudio contra el silencio de los colectivos feministas ante la opresión de la mujer musulmana coincide, casi en el tiempo, con dos informaciones terribles para la mujer islámica. Primero, la brutal opresión que está sufriendo en el valle de Swat, el valle pakistaní conocido por los activistas pro derechos humanos como "la plaza del matadero" por las atrocidades que están cometiendo los fundamentalistas. Este valle ha sido cedido, por las autoridades, a los líderes yihadistas de la zona, abandonando a hombres y mujeres a su trágica suerte. Y ahora, como si fuera una implacable y mortífera lluvia fina, otra terrible información debería agitar las conciencias comprometidas.
Nuestro magnífico aliado, el "hombre que mejor viste", según los modistos de moda, el receptor de nuestras ayudas militares y económicas, el líder pastún con más credibilidad en la zona, Hamid Karzai, presidente de Afganistán, ha cedido ante las presiones y ha aprobado un nuevo código de familia para los chiíes, que aún no ha sido publicado, pero cuyo redactado se conoce: permite la violación de la mujer en el matrimonio, aprueba implícitamente las bodas infantiles y establece que las mujeres deben tener el permiso de maridos o padres para estudiar, ir al médico o trabajar. Las líderes de los derechos humanos afganas han expresado su indignación, y su temor se resume en la frase de Fawzia Koofi, diputada por la provincia de Badajshan: "La Constitución del 2004 consagró la igualdad de derechos de la mujer. Y ahora la nueva ley ni siquiera nos permite maquillarnos sin permiso del marido". Angela Merkel, Nicolas Sarkozy y Hillary Clinton – el artífice de "la alianza de civilizaciones", el estimable Zapatero, parece que no tiene opinión-han expresado su rechazo frontal, yhan exigido una rectificación. Pero Karzai, rehén de los votos chiíes, aunque ha ordenado que la ley sea revisada por un grupo de expertos y líderes religiosos, probablemente no rectificará. Se da la circunstancia de que en esta cuestión están de acuerdo los diputados masculinos chiíes y suníes. Las mujeres afganas están solas.
Retornemos al inicio, la nula protesta del feminismo. Es cierto que algunas mujeres como Soledad Gallego-Díaz, o Espido Freire o Julia Otero, o yo misma, hace años que levantamos la voz a favor de las mujeres islámicas. Pero es cierto, también, que somos voces en el desierto. No en vano resulta más importante estar a bien con los propietarios del petróleo, que tienen secuestradas nuestras conciencias, que con las mujeres que sufren. Y en el caso de muchos colectivos feministas, el lío mental respecto al islam es tan considerable que consideran solidario el "respeto a las costumbres musulmanas": aceptan como costumbre lo que es pura y bárbara opresión de la mujer. Algún día, estas mujeres conquistarán su libertad. Cuando lo hagan, mirarán a Occidente y nos acusarán de abandono, complicidad y traición. Y tendrán toda la razón.
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Pilar Rahola
La Vanguardia-La Torre de las horas (7.04.2009)
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