
Olatz Barriuso – Bilbao.- El veredicto de las urnas dibujó ayer el más endiablado de los escenarios y el que el PNV se venía temiendo desde hace meses, el de la victoria más amarga. La formación jeltzale ganó las elecciones con contundencia, con una ventaja holgada e incluso mayor de la que le auguraban los sondeos –nada menos que seis escaños por encima del PSE– pero la endeblez de quienes fueron sus socios en la anterior legislatura, una EA que reduce drásticamente su representación y una Ezker Batua también en caída libre, augura tiempos inciertos para el partido y para Juan José Ibarretxe, que no tiene garantizada su reelección. Su rival directo, Patxi López, ya anunció ayer que le disputará el cargo.
El lehendakari ha visto como el ‘cauce central’ con que identificaba al tripartito ha dado paso al ‘eje central’ al que Iñigo Urkullu se refería para hablar de su partido. En otras palabras, el PNV ha fagocitado literalmente a sus socios y, paradojas de la política, ese bocado podría costarle la permanencia en Ajuria Enea y una temporada en la oposición especialmente traumática porque sería la primera para los peneuvistas en la historia democrática vasca. Los jeltzales necesitaban ganar pero sin debilitar en exceso al resto de fuerzas nacionalistas, de las que sólo ha salido bien parada una Aralar en franco ascenso, que logra cuadruplicar su actual representación.
Porque la advertencia en la que han cimentado su campaña, la de la posible mayoría absoluta de la suma PSE-PP-UPD, se hizo ayer realidad. Las tres formaciones sumaron precisamente la cifra mágica de 38 asientos, pero la posibilidad que se abre para Patxi López de hacerse con la Lehendakaritza resultó también bastante menos dulce de lo esperado: el PSE, que se había fijado en campaña un suelo mínimo de 27 escaños, se quedó finalmente en 24, lo que, según algunas interpretaciones, podría dificultar su anunciada intención de presentar su candidatura a lehendakari. Pero las palabras del aspirante socialista una vez concluido el recuento de las papeletas no dejaron lugar a dudas: se siente legitimado y con ganas de hacer realidad el cambio que ha promovido desde que hace ocho meses fuera designado candidato. A la espera del escrutinio del voto de los alaveses residentes en el extranjero, la llave del final de la hegemonía nacionalista al frente del Gobierno vasco, ininterrumpida durante tres décadas, la tiene en estos momentos la UPD de Rosa Díez, que irrumpe en el nuevo Parlamento con un escaño decisivo, el de Gorka Maneiro, el que marca la diferencia entre 37 y los 38 que otorgan la mayoría absoluta. EA logró arrebatárselo –y maquillar así a duras penas su desplome hasta la mínima expresión– al final del conteo, pero existen muchas posibilidades de que el PSE lo recupere el viernes, una vez se incorpore el voto del extranjero al escrutinio provisional.
Noche redonda del PP
En ese caso, la pelota estaría en el tejado de un PP vasco que ha logrado aguantar el tirón de la marcha de María San Gil y de los escándalos de espionaje y corrupción en Madrid, gracias a la probada fidelidad de un suelo electoral más que consolidado. Los populares y, sobre todo, un Mariano Rajoy especialmente necesitado de balones de oxígeno dada la delicada situación interna que atraviesa el partido, completaron ayer una noche redonda, gracias a la mayoría absoluta que les permitirá recuperar el poder en Galicia una legislatura después de la era post-Fraga y al papel decisivo que, con toda probabilidad, desempeñarán a la hora de decidir el signo del nuevo Ejecutivo de Vitoria. El laberíntico escenario vasco cobrará así dimensión nacional: si Rodríguez Zapatero tuviese alguna tentación de frenar la candidatura de López para conservar el apoyo del PNV y garantizarse su estabilidad parlamentaria en Madrid, se vería seguramente presionado por un Rajoy que, con la victoria gallega en el bolsillo, dispone de margen suficiente para ‘trabajarse’ el desalojo de los nacionalistas vascos. Por el momento, tampoco Basagoiti dejó lugar a las dudas y se ofreció a colaborar por el cambio con el PSE.
Si las jornadas venideras no dejan en papel mojado las palabras de los aspirantes no nacionalistas, Ibarretxe debería ir preparando su retirada –que se da por segura si no logra ser investido de nuevo lehendakari e incluso también si se produjese algún acercamiento entre su partido y el PSE– a pesar de haber logrado unos muy buenos resultados para su partido, que, con los herederos de Batasuna ilegalizados y fuera del Parlamento, gana ocho escaños respecto a 2005. Los jeltzales cimentaron su triunfo en Guipúzcoa, donde lograron dar la vuelta a todas las previsiones y superar a los socialistas en dos escaños, gracias al hundimiento de EA en su feudo tradicional y a la absorción de su voto, en parte por el PNV, y en parte por Aralar, que dobla también su representación en este territorio. Alcanzó asimismo el duodécimo escaño de Vizcaya y logró empatar con el PSE en Álava, dónde López y los suyos confiaban en ganar por un margen más amplio.
El otro gran titular de la noche fue el desplome de EA y EB y el adiós de sus líderes, Unai Ziarreta y Javier Madrazo a sus respectivos escaños en la Cámara. Ambos se presentaban por Vizcaya y ambos fueron barridos por la pujanza de los dos grandes partidos en este territorio y la irrupción de la formación de Patxi Zabaleta. Y ambos podrían tener que despedirse de algo más que de su asiento en la Cámara porque dejan a sus respectivas formaciones casi al borde de la desaparición. El presidente de EA, que ha pagado muy cara su decisión de concurrir en solitario –forzada por la presión de las bases–, ya puso ayer su cargo a disposición del partido y el todavía consejero de Vivienda tiene posibilidades de seguir sus pasos. El papel decisorio de EB y sus opciones de entrar en un futuro Gobierno vasco se diluyeron ayer.
La otra cara de la moneda la vivió Aralar, a quien le tocó la ración de euforia que suele repartirse en las noches electorales: su campaña sin estridencias y la absorción de buena parte del apoyo que la izquierda abertzale ilegalizada cosechó en 2005 –cuando se presentó bajo las siglas de EHAK– y de EA le permitieron alcanzar los cuatro escaños y convertirse en la cuarta fuerza de una Cámara de siete y en el nuevo referente de la izquierda abertzale democrática. Al no haberse hecho con el quinto, que acarició durante buena parte de la noche, deberá compartir con EA, EB y UPD un Grupo Mixto especialmente nutrido y dispar. La ‘otra’ izquierda abertzale se adjudicó los alrededor de 100.000 votos nulos depositados en las urnas, 50.000 menos que los que logró EHAK hace cuatro años. A la baja y sin presencia institucional, su futuro se antoja incierto.
El Correo (1.03.2009)