Cálculo electoral

Fernando SavaterComo se ha dicho ya demasiadas veces, la actividad terrorista todo lo distorsiona en el País Vasco. Pero también lo monopoliza todo, aunque sea a la inversa: con tal de estar contra el terrorismo, ya está garantizada la buena conciencia y la buena política. No es verdad, claro: los terroristas son unos canallas que pisotean la democracia, pero entre quienes reniegan de ellos también hay gente poco de fiar y con una idea de la democracia que se parece al autoritarismo étnico fascista como un huevo a otro huevo. Fuera del terrorismo tampoco vale todo: ciertos proyectos políticos no son ilegales pero eso no los hace decentes ni deseables; y el comportamiento de muchos ciudadanos que no son terroristas (respecto a la lucha contra el terrorismo y respecto a quienes lo sufren más directamente) es menos sanguinario pero aún más repugnante que el de los terroristas mismos.

Una parte de la sociedad -de la vasca, desde luego, pero también en cierta medida del resto de la española y hasta de la europea- asume la presión terrorista como un inconveniente casi natural, que tiene sus desventajas pero también sus alicientes… para quien no se ve afectado en primera persona por él. El terrorismo es un método para domesticar a los humanos, haciendo que se porten como espontáneamente no quieren portarse y que se conviertan en lo que no desean ser. El terrorismo de ETA quiere domesticar a los vascos, forzándolos al nacionalismo más radical y a que rompan todo lazo institucional y aún simbólico con España (o con Francia, pero todo a su tiempo). A buena parte del nacionalismo con mando en plaza y a los oportunistas allegados (la sonrojante Ezker Batua en primer lugar: debería haber un 'copyright' político que prohibiera usar la palabra 'izquierda' para llamar a ese partido) no les parece del todo mal este proceso de domesticación, aunque no estén de acuerdo con la violencia empleada por los domadores.

Por eso se impacientan más con quienes se rebelan contra su destino domesticado, pues quieren seguir siendo por encima de todo ciudadanos españoles, que contra los propios domadores terroristas. Por eso regatean todo apoyo institucional verdadero a quienes no sólo repudian el terrorismo sino también -explícita e inequívocamente- el perfil nacionalista que el terrorismo quiere imponerles. Por eso sólo condenan el terrorismo cuando 'se pasa', es decir, cuando afecta a quienes ya -más o menos voluntariamente- se portan como nacionalistas convencidos o cuando ataca al nacionalismo institucional, que en su día debió mucho al terrorismo pero hoy cree que ya no lo necesita y abomina de sus métodos feroces. Así se comprenden comunicados bienintencionados aunque en el fondo insoportables como el de la familia Uria, al denunciar el asesinato de su patriarca Ignacio: 'Amaba a su país, era abertzale', etcétera. Sólo les faltaba añadir: '¡Y a pesar de todo le han tratado como si fuese un guardia civil!'.

Ante la ilegalización de las listas electorales de ANV y D3M (¿hay algo más lógico que prohibir al brazo político de ETA presentarse a unos comicios en plano de igualdad con aquéllos a los que amenaza, extorsiona y asesina?). las más altas jerarquías del PNV nos informan de que la Fiscalía del Estado y los jueces del Tribunal Supremo actúan al servicio de un 'cálculo electoral'. Muy bien, pues hablemos de cálculos electorales. ¿Alguien puede calcular con exactitud qué ventaja electoral han obtenido en los últimos treinta años los nacionalistas de una violencia terrorista que ha eliminado sistemáticamente a quienes no querían serlo, enviándoles bajo tierra o haciéndoles poner tierra de por medio? ¿Cómo se calcula la ventaja política que supone para los nacionalistas poder hacer campaña a pecho descubierto, mientras los demás deben moverse con las máximas medidas de seguridad y constantemente hostigados por el fascismo abertzale? ¿No hay acaso cálculo electoral en proponer un referéndum consultivo a la ciudadanía vasca, mientras gran parte de ella -exactamente aquella amplia mitad que rechaza la hegemonía nacionalista- está amenazada de muerte y por tanto no tiene libertad auténtica de voto? Venga, que aquí todos nos conocemos ya: en Euskadi el verdadero cálculo electoral es el de quienes dicen: '¡Qué mala es ETA… pero qué bien me viene!».

Lean con atención los testimonios recogidos en el libro imprescindible 'El infierno vasco' y vean, si les resulta posible, el documental del mismo título de Iñaki Arteta. Comprobarán que la mayoría de las personas que aquí se manifiestan no han abandonado el País Vasco por temor a la muerte física, sino por la comprobación lenta y gradual de su muerte civil. Si te opones a los planes de ETA puedes morir; pero si te opones directa y claramente al nacionalismo clientelista imperante morirás casi con certeza como ciudadano, se te negarán ayudas, subvenciones, reconocimiento mediático y todo lo demás. Quien lo probó lo sabe. Mucha gente se va porque no puede más, porque no soporta más la indiferencia o incluso el veneno ambiental que rodea a quienes no son adictos a la obligación nacionalista (o a fingirla, bajo el nombre de 'vasquismo' o similares, como hace la hipocresía oportunista). Dicen que la sociedad vasca está harta. ¡Qué más quisiéramos! Por el momento parece sólo que está harta de encogerse de hombros ante las amenazas y ultrajes que sufren sus vecinos. Dicen que la sociedad vasca resiste. ¡Qué más quisiéramos! A lo único que hasta la fecha se ha resistido con auténtica determinación es a la tentación peligrosa de oponerse abiertamente a ETA, así como a quienes hablan en su nombre y a quienes desde las instituciones rentabilizan sus fechorías. Recuerden los circunloquios que utilizan muchos al referirse a los crímenes terroristas -recientemente algunas coordinadoras anti-TAV, por ejemplo- o las condenas de quienes lo peor que saben decir de ETA es que hace el juego… ¡a los españolistas!

No, desde luego: oponerse al terrorismo no basta, es sólo el comienzo. Y quienes sueñan con un final 'dialogado' del terrorismo, es decir, en el que se conceda a los terroristas -en cómodos plazos- las ventajas políticas que gracias a las fuerzas de seguridad de España no han logrado arrebatar por las bravas, no son ya una alternativa política fiable. Al menos para quienes no pensamos irnos voluntariamente de este cutre infierno vasco hasta que se le hiele el aliento al último de nuestros demonios con txapela calada hasta las cejas… Ahora llegan las elecciones y también una oportunidad decisiva de rebelarnos contundentemente contra quienes pretenden domesticarnos y contra los que se aprovechan -sintiéndolo mucho, eso sí- de que los demás estemos enjaulados.

Fernando Savater

El Correo (21.01.2009)

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