Lo que más teme el PSOE en Euskadi no es perder, sino perder y sumar mayoría con PP y UPyD
El miedo a perder domina los discursos porque a una semana de las elecciones las tornas han cambiado. La coalición de socialistas y nacionalistas que se presentaba a las elecciones gallegas dispuesta a ganar como el Barça de Helenio Herrera, es decir, sin bajar del autocar (de jubilados 😉 ven amenazada su mayoría justo a una semana de los comicios.
El nacionalismo vasco se identifica por una vez y sin que sirva de precedente con su homólogo catalán y empieza a angustiarse ante la posibilidad de ganar y perder a la vez, o lo que es lo mismo, salir despedidos de Ajuria Enea. En el bando socialista los miedos son diversos. Hasta hace pocas semanas los sondeos permitían a Zapatero y Patxi López estar convencidos de que superarían al PNV y reproducirían el esquema gallego de relación con el nacionalismo que tan buenos resultados le está dando al presidente del Gobierno. Sin embargo, el eterno desafío de los socialistas se presenta cada día que pasa más y más difícil. El PSE quizá no pueda con el PNV, pero sí le arrebatará el poder si asume los apoyos que le presten PP y UPyD… Esa combinación aritmética provoca el pánico en el PSOE por dos motivos: la ruptura con el PNV tendría consecuencias nefastas para el Gobierno, pero si pudiendo ocupar la lehendakaritza los socialistas la ceden al PNV, la renuncia también tendría repercusiones negativas.
Un ejemplo paradigmático del agarrotamiento dominante lo ha protagonizado el presidente de la Xunta de Galicia y candidato a la reelección, Emilio Pérez Touriño. La gestión desarrollada por su Gobierno no ha provocado entusiasmos en la opinión pública gallega, pero no todo ha sido un desastre. El sondeo del CIS señalaba que lo mejor del bipartito gallego había sido la política lingüística. O sea, que, a ojos de la gente, todo lo demás el Gobierno presidido por Touriño lo ha hecho peor. Pues bien, cuando todos los sondeos señalaban ayer el desempleo como principalísima preocupación de los gallegos y la crisis económica como el gran obstáculo de los socialistas para movilizar a su gente, va el presidente Touriño y anuncia en la localidad coruñesa de Noia lo que nadie esperaba de él: un giro en la política lingüística. "No voy a pasar por el aro de la imposición lingüística, porque las lenguas ni se imponen, ni se prohíben", y apostó por "una educación en libertad, no doctrinaria, que haga a los gallegos cada día más cultos, libres e iguales".
Debe de ser la primera vez en la historia que un presidente se avergüenza de la política educativa de su propio gobierno y de su propia debilidad… El propio CIS señala que los gallegos confían más en el PSdG que en el PP para crear empleo, pero en vez de atacar por ahí, el presidente de la Xunta se ha metido en un berenjenal, porque todo el mundo sabe que por mucho que se desmarque ahora, sin el apoyo del BNG será él quien perderá su empleo. Y todo por miedo al adversario y además un miedo de rebote. El partido de Rosa Díez montó una campaña contra la imposición del gallego (tres millones de hablantes) al castellano (500 millones) y un sector acomplejado del PP se apuntó a una performance que acabó como el rosario de la aurora. Touriño no ha querido ser menos que el PP y que UPyD y para no perder votos de la antigua clientela del antiguo alcalde coruñés Francisco Vázquez, ha optado por la anticuada táctica de ponerse a remolque… ¡de sus adversarios!
En Euskadi, el debate se centra en el miedo nacionalista ante la posibilidad de que "los españoles se apoderen de las instituciones vascas", en palabras de un ex diputado peneuvista. Nadie duda y las encuestas tampoco de que el PNV vencerá por enésima vez al PSOE, pero este fin de semana han invitado al líder de CiU, Artur Mas, como testimonio de que ganar no es suficiente. "Lo consiguieron con Catalunya hace un par de años y ahora quieren a Euskadi también colgado de la pared como un trofeo de caza, desalojando a los nacionalistas de Ajuria Enea", dijo Artur Mas en Bilbao. Y los que lo escuchaban tragaron saliva.
La Vanguardia (23.02.2009)
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