¿Podrán los profesionales honestos poner en evidencia que los emperadores de Davos están desnudos?
La reciente reunión de las élites económicas y políticas en Davos evoca las que tenían lugar en el lujoso marco del Versalles borbónico del siglo XVIII. Considerándose los elegidos, siguen exhibiendo sus planteamientos como los de la máxima lucidez, sin que parezca hacerles mella la situación crítica a que nos han conducido las recetas de las que eran principales oráculos – y beneficiarios-hasta hace pocos días. Incorporan, eso sí, los ingredientes de riesgos y dificultades que permitan seguir esgrimiendo la vieja receta de "nosotros o el caos". Rechazan – en Davos como antes en Versalles-cualquier responsabilidad de fondo al respecto, con una frialdad sólo equiparable a la que exhiben para tratar de argumentar ahora como las intervenciones públicas con dinero de los contribuyentes deben rescatar al "sistema", lo que pasa por utilizar a la versión contemporánea del "pueblo llano" (depositantes en entidades financieras amenazadas, reales o potenciales desempleados, etcétera) como rehenes para capturar una porción sustancial de los recursos públicos que ahora se reivindican.
Pero los protagonistas de los foros alternativos errarían si se considerasen los integrantes del nuevo "tercer estado" en trance de convertirse en la nueva "Asamblea nacional" – ahora de la nación global-que las nuevas realidades exigen. Bien al contrario, harían bien en reflexionar acerca de cómo han sido muy principalmente los grandes errores (seamos políticamente correctos) de los más fervorosos partidarios del sistema de mercados desregulados en entornos de rebajada calidad institucional, y no la solidez de las alternativas, los que han acabado decantando la oleada de reacciones sociopolíticas e ideológicas que han convertido en normal volver a hablar elogiosamente del imprescindible papel del sector público. Es tiempo de dudas y recelos: se discute el papel de la globalización, de las tentaciones proteccionistas, de las desigualdades de la etapa de bonanza y su apuntada amplificación en la crisis… Desconcierto es también un concepto de actualidad.
Las élites de Versalles creían que fuera de su mundo no había alternativa, ni a la capacidad para entender y gobernar el mundo ni a la creación de riqueza. Las de Davos, pese a las ahora nítidas evidencias de la fatuidad de los fundamentos de su presunta excelencia y glamur, continúan pensando lo mismo. ¿Estarán tan equivocados estos segundos como estuvieron los primeros?
¿Podrá el tejido empresarial, de profesionales y trabajadores honestos, con su enorme potencial de generación de riqueza, creatividad y cohesión, asumir, como a finales del siglo XVIII, el papel de evidenciar lo desnudos que están los emperadores – de Versalles y de Davos-y que son el fundamento de alternativas sólidas?
Juan Tugores Ques – Catedrático de Economía de la UB
La Vanguardia (6.02.2009)
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