Nuestro común amigo Vicente Serrano me pide que intervenga en el debate.
La discusión pivota sobre el extraño y un tanto etéreo concepto de transversalidad. Para que el debate tenga un mínimo rigor habríamos de partir de la definición del término de marras, cosa que no he encontrado en ninguna de las intervenciones. Más allá de las definiciones, el ámbito de emergencia de dicho concepto presupone la superación o la insustacionalidad de la tradicional dicotomía izquierda/derecha que había dominado el pensamiento político durante décadas.
Denuncia Rafael Yus los extremos de la perversión taxonómica cartesiana, aunque si no operamos con categorías analíticamente diferenciadas corremos el riesgo, de sumirnos en un totum revolutum en el que resultaría imposible desarrollar una discusión racional. Creo que se trata de hallar un equilibrio inestable entre el rigor analítico y la multidisciplinariedad que permite relacionar los conceptos que tratan de reflejar los complejos procesos que entremezclados y sin esas separaciones teóricas se producen en la realidad. Estoy de acuerdo con Yus en su caracterización de la transversalidad como un fenómeno pospolítico, pero no comparto el adjetivo de revolucionario. No es lo mismo multidisciplinariedad teórica, absolutamente necesaria con la complejidad del mundo que nos ha tocado vivir, que transversalidad política que remite a otro universo de sentido o de sinsentido según se mire.
Parto de la base que la superación o eliminación de la dicotomía derecha/izquierda es más aparente que real y responde a una operación ideológica de vaciado nihilizante o banalizante de las categorías sociológicas y políticas que mal que bien nos permitían pensar las duras realidades del capitalismo industrial y postindustrial. Efectivamente, puedo compartir con Rafael Núñez su profundo desengaño con el comportamiento de las cúpulas de los partidos de la izquierda institucional y la impresión que las diferencias entre la política económica de un Pedro Solbes y un Rodrigo Rato las diferencias son mínimas. Ahora bien, la debacle ideológica y política de las izquierdas europeas tras el hundimiento del comunismo no ha clausurado la contradicción irreducible entre trabajo y capital que articula las relaciones sociales en las sociedades capitalistas. En ese sentido, la transversalidad funciona como una especie de muletilla ideológica por parte de ciertos líderes políticos como Pasqual Maragall o Rosa Díez en su tránsito desde posiciones vagamente de izquierdas hacia el centro-derecha y también por políticos de derechas que quieren darse una cierta patina postmoderna.
En estas últimas décadas las desigualdades sociales a escala planetaria se han incrementado exponencialmente y ahora la crisis económica y financiera nos permite volver a afrontar la cruda realidad de los mecanismos de dominación capitalista sobre la inmensa mayoría de asalariados. En cierto modo el naufragio político y teórico de la izquierda nos ha impedido evaluar correctamente la gravedad de la situación No toda la tradición de los teóricos del movimiento obrero, como apunta Rafael Núñez, está contaminada por el estalinismo, como los casos de R. Luxemburg, A. Bordiga, K. Korchs o más recientemente N. Ckomski sin olvidar las grandes aportaciones de los pensadores anarquistas.. En cierto sentido, el hundimiento del estalinismo nos permite plantearnos las cuestiones desde mejores prepuestos, desde todos los puntos de vista. Creo que en ellos podemos encontrar valiosos instrumentos para (re)formular un pensamiento que persiga la destrucción del modo de producción capitalista y su sustitución por otro modo de producción más justo y racional, siempre eso sí que seamos capaces de realizar una crítica de los errores del socialismo autoritario de matriz leninista/estalinista. La crisis en que estamos inmersos puede ser una oportunidad para ello. Tenemos ante nosotros el reto teórico de reconstruir una serie de instrumentos teóricos e ideológicos para reconstruir un discurso y una praxis emancipadora al servicio del inmenso proletariado mundial que no ha cesado de crecer. Para ello es necesario elaborar alternativas y abrir una nueva perspectiva en el sentido de visualizar que es posible que las cosas funcionen de otro modo, en el terreno concreto y material de la vida cotidiana, reivindicando los postulados de los situacionistas franceses.
Desde esta perspectiva, la temática de la transversalidad me parece insustancial y tramposa. Desde mi punto de vista no es de recibo asimilar izquierda a autoritarismo dogmático y derecha a liberalismo político. Con estos planteamientos se trata, como hacen UPyD y C's, de amalgamar en una olla podrida ideológica lo supuestamente mejor de las tradiciones socialistas de igualdad social con lo mejor del pensamiento político liberal, esa sí que es una falsa dicotomía que puede fácilmente desembocar en el más crudo oportunismo político solo explicable por el grado de descomposición de la clase política surgida de la Transición, ese enorme fiasco político.
Espero que estas breves notas tengan alguna utilidad para el interesante y trascendental debate que estáis desarrollando.
Antonio Santamaría
04/febrero/2009
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