Las cifras publicadas hoy por el Ministerio de Trabajo refuerzan el desolador cuadro del mercado laboral que presenta la EPA del cuarto trimestre de 2008 y despejan cualquier duda que pudiera albergarse acerca de la intensidad de la recesión que está afectando a España, la octava potencia económica mundial.
En enero, el número de parados registrados aumentó en 198.838, 59.144 más que el mes pasado y alcanza ya la imponente cifra de 3.327.801, también la más alta desde que se creó este registro. La mayoría de los 1.065.876 nuevos parados acumulados desde enero 2008 son hombres mayores de 25 años, no extranjeros, encuadrados en los sectores de Servicios (530.306), Construcción (315.108) e Industria (141.453).
Según la EPA, se destruyeron 620.100 puestos de trabajo y la cuerda de parados se engrosó en 1.280.300 en 2008 y la velocidad a la que se destruyó empleo (3,03%) y aumentó el número de parados (66,42%) constituyen una indicación inequívoca de que se avecinan tiempos muy complicados como las nuevas cifras de paro registrado confirman. Los resultados de la EPA y parados registrados muestran también que, si bien la destrucción de empleo y el aumento del desempleo afectó con especial virulencia a los sectores Construcción e Industria, la recesión está golpeando ya con fuerza al sector Servicios.
El incremento en 5,3 puntos de la tasa de paro en 2008, un año en el que la economía creció el 1,1% en media anual según el Banco de España, pone los pelos de punta. ¿Cómo evolucionará la tasa de paro en los próximos trimestres si el PIB se contrae el 2% como pronostica el Consejo de la UE, o si como considera probable el FMI cae el 1,7%? Una estimación optimista nos llevaría desde la tasa de paro del 13,9% a finales del 2008 a una cifra en el entorno del 19% en diciembre de 2009. Y si en 2010 la economía siguiera en recesión, como vaticinan Bruselas y el FMI, la tasa de paro podría batir los peores registros de la pasada década.
Esta perspectiva nos lleva a una dolorosa conclusión: el pleno empleo no es ya sólo una promesa incumplida del Presidente de Gobierno, sino que ni siquiera puede considerarse un objetivo de política económica a medio plazo: en el mejor de los casos, se tardará al menos una década en volver a acariciar la tasa de paro del 8% alcanzada en 2007. ¡Tan cerca y tan lejos!
El Presidente insiste en que para salir de la crisis hace falta confianza: miremos atrás y veamos todo lo que hemos sido capaces de hacer en los últimos 30 años, insiste él. Pues bien, al volver la vista atrás veo una economía muy débil desde 1975 hasta la incorporación de España a la CEE en 1986; una economía impulsada por la inversión extranjera a partir de ese instante hasta 1991; una economía que registró una intensa recesión a partir del segundo semestre de 1992; y una economía que creció de manera sostenida a partir de 1995 impulsada por las devaluaciones de la peseta efectuadas entre 1992 y 1995, las bajadas de tipos de interés que instrumentó el Banco de España desde 1995 a 1998 para entrar en la UEM, los bajos tipos mantenidos por el BCE desde entonces y las sustantivas transferencias corrientes y de capital recibidas de la UE.
En mi opinión, no podemos contar con que una hipotética depreciación del euro frente al dólar o los bajos tipos de interés del BCE jueguen un papel similar en los próximos años.
¿Qué medidas puede adoptar el Gobierno para favorecer la creación de empleo y mejorar el funcionamiento del mercado laboral? Reducir las cotizaciones sociales que elevan sustancialmente los costes laborales y reducen la competitividad, especialmente frente a países emergentes. Eliminar la duplicación de costes que supone la obligación de cotizar para financiar la prestación por desempleo y tener que pagar indemnizaciones por despido.
Establecer mayores controles para evitar abusos en la percepción de la prestación por desempleo e incentivar a los parados a aceptar ofertas de trabajo antes de agotarla. Reforzar la unidad de mercado y eliminar las barreras legales que, como la exigencia de conocer un idioma, limitan la movilidad de trabajadores entre CCAA. En cuanto a la deseable mejora en la cualificación de los trabajadores, el gobierno debería plantearse potenciar la formación reglada, desarrollada bajo planes de estudio y controles públicos objetivos, frente a la no reglada.
Por último, el Gobierno tiene que trasladar a los ciudadanos el mensaje de que, ante la imposibilidad de devaluar la moneda, la moderación salarial puede ayudarnos a mejorar la competitividad y salvar muchos puestos de trabajo en los próximos años. ¿Recetas liberales? ¡Sentido común ante lo que se nos viene encima!
Clemente Polo, Catedrático de la Universidad Autónoma de Barcelona
Expansión (3.02.2009)
Sé el primero en comentar en «Optimismo infundado»