Amigos contertulios: en esta mañana lluviosa en Málaga, que me recuerda aquellos días lluviosos que anunciaban la primavera antes del cambio climático, os hago partícipes de unas breves glosas a la propuesta de Vicente Serrano «Izquierda progresista. Un primer esbozo». Lo hago en razón de su solicitud de comentario y debate. Y me presto, a vuelapluma, aunque hace tiempo que este asunto lo veo de fuera o me muevo fuera del mismo. La última vez que escribí sobre esto fue en El Viejo Topo hace ya diez años o así en respuesta a un escrito de F. Fdez. Buey. Para no quedarnos en la suma de tantas discriminaciones positivas (verde, violeta, etc.), que se suponía un distintivo de la izquierda o del progresismo y que es lo que proponía F. F. B., titulé mi artículo «Algo más de rojo en el arco verde, violeta…». Me refería a la preocupación política y social preferente por las mayorías, no por las minorías; no me refería a los derechos de las minorías que, obviamente, no pueden ser avasallados nunca por los de las mayorías, pues los derechos de las minorías son de la misma naturaleza que los de las mayorías.
Esto tiene que ver con el tema del escrito de Vicente: la profundización en la democracia, que se suponía competía a la izquierda, tiene que ver básicamente con la progresiva universalización de derechos y deberes, al par que corre la universalización de la mercantilización del trabajo, de la producción, del valor, de los intercambios y de las finanzas. La pregunta debiera ser si es necesario para avanzar en la universalización que es consustancial a la democracia el partir de la segmentación diferencialista y del principio arbitrario de discriminación positiva. Marx y Marcuse (por señalar dos hitos en el inicio y final del pensamiento de la llamada izquierda, término que me parece no estaba en la jerga política de Marx), en la parte más sustancial de su pensamiento hablan de emancipación humana, liberación de la humanidad, etc., en sintonía con los principios de 1789 y de las siguientes revoluciones democráticas. Por ejemplo, ¿es el indigenismo una ideología liberadora, en esa tradición de la izquierda, alcanza a la humanidad, es transversal, o por el contrario es diferencialista, racista? O sea que lo de que la transversalidad (política) es «prepolítica» como se dice en el escrito como punto de partida no me parece apropiado.
No me he dedicado a desentrañar lo que quieren decir los de UPyD con transversalidad; también me ha ocurrido eso con los de C´s; la coloración posterior de «centroizquierda» me parece una etiqueta poco convincente, aunque, al parecer, necesaria para los que necesitan etiquetas para actuar políticamente. En cuanto a los de UPyD, me parece que el término debe tener relación con los libros que se anuncian en sus boletines y página web; éstos hablan de movimientos cívicos y de su transformación en organización política. Si la cosa va por ahí, por esta primacía de los movimientos cívicos y de las iniciativas de la ciudadanía democrática y su relación con la política, pienso que el término tiene una acepción enriquecedora. También C´s, creo recordar, teorizó en un principio sus supuestos en esta misma dirección.
En cualquier caso, todo parece indicar que el término transversalidad se usa como signo de la voluntad de superar las actuales líneas divisorias que no se diferencian en lo sustancial económico, político y social, y coinciden plenamente en el apuntalamiento del régimen partitocrático como cauce político obligado para los ciudadanos. Con la izquierda y la derecha o con las siglas de partido a los que asignamos esas etiquetas han gobernado los mismos, han mandado los mismos; la variación es qué facciones de los mismos han tenido más mano en el mando. Tienen las mismas formas de hacer política, aunque quizá los del PP (la derecha al uso vulgar) tengan menos capacidad de engaño y simulación, y puede que cinismo, que los otros. Una muestra: ¿le podría haber valido al PP el truco de te doy los 400 euros por aquí, como anzuelo electoral, para quitártelos como te los dieron (por vía fiscal en este 2009)? ¿Se le habría consentido a la llamada derecha el juego de palabras y la farsa de las promesas de empleo en el preludio, inicio y explosión de la crisis? ¿Hubiera tenido la misma fuerza de persuasión el PP para empujar a la gente a consumir, como en su día a especular y enriquecerse, que la que ha tenido el PSOE con las muletas de IU? ¿Habría tenido el PP la misma capacidad del trágala de la triangulación del Estado central o común (el de las mayorías ciudadanas) con los nacionalismos de las regiones ricas como fórmula para secuestrar y reconvertir el significado más democrático de la Constitución de 1978 que la que ha demostrado el PSOE (C, E, A, G…) con sus adláteres de IU, E B, IC…?
En suma, la distinción sectaria entre izquierda y derecha es extremadamente útil para los que de verdad mandan y en esa función la izquierda es la que representa mejor la farsa de la política tal y como hoy en día se impone (más que se entiende) y se ejerce. La aversión al PP como razón de ser y justificarse los nacionalistas y los progres le es asimismo extremadamente útil, pues no rompe el esquema, sino que lo consolida. En todo caso, hay que vigilar, piensan los mandamases, que el PP, como aparato de partido y poder, no se crean en serio el recurso de la igualdad de los ciudadanos, al margen del territorio en el que vivan, no sea que jodan las sagradas asimetrías en captación de plusvalías, inversiones, flujos financieros, etc., que le garantiza la triangulación. Madrid está en el ojo del huracán.
También les es muy útil esa maniquea distinción para que, quienes no queremos entrar en ese juego, nos entretengamos con discusiones bizantinas y escolásticas sobre esa ficticia, virtual, línea divisoria. Muchas veces, me parece, las simpatías con la izquierda y la aversión con la derecha son cuestiones de eslóganes, poses, actitudes, look, preferencias musicales (si es que las hay), marcas de prensa, tipos de vestido o restaurantes a los que se acude, clubs sociales…, pero nada significativa, ni sustancialmente político. Político sí es, por ejemplo, que Montilla, máximo dirigente de la izquierda catalana y del gobierno catalanista, lleve sus hijos a un colegio alemán cuando predica la inmersión escolar en catalán y pregona la escuela pública. No es sólo Montilla; él hace lo que ve en los principales dirigentes del socialismo español. Eso sí es político y un ataque frontal a la democracia, a lo público, a lo común, a lo universal, a lo igualitario, además del cinismo invisible que tanto les gusta a los que de verdad mandan a fin de mantener de forma sostenible la farsa partitocrática y electoral. Lo que está claro es que la gente que representa a la izquierda no es más decente que la que representa a la derecha; en general, puede que sean igual de indecentes.
La historia desmiente todos los supuestos actuales, pero nos resulta más cómodo tener una selectiva «memoria histórica», que nos permita volver a enterrar a los muertos cuando su desentierro no nos cuadra con las previsiones del maniqueísmo político, como hicieron los del grupo de la «m. h.» que buscaban 6 buenos represaliados para desenterrarlos y cuando los encontraron revueltos en la misma fosa con otros treinta malos, igualmente represaliados pero a manos de los «nuestros», volvieron a echar la tierra encima de algo que no cuadraba con los prejuicios ¿Cuáles son nuestras referencias históricas (me refiero a las de la izquierda)? En el escrito se habla de una izquierda oficial y de otra progresista. Hasta hace poco, izquierda era igual a progresismo. ¿Por qué hemos de reiterar izquierda progresista frente a una izquierda reaccionaria, lo cual era un contrasentido?
Aunque el tema es bastante complejo, en dos palabras simplificadoras, yo diría que hemos de hacer una relectura del siglo XX, y me apunto sin matices a la autobiográfica de V. Grossman (Vida y destino), ya preludiada por otros muchos como A. Gide… Lo que hemos de preguntarnos es cómo hemos podido comulgar con los totalitarismos comunistas hasta tan tarde… Algunos, incluso hemos seguido comulgando después del 68 cuya principal seña de identidad fue el fin definitivo de los totalitarismos y del autoritarismo en medios de la maraña de corrientes autoritarias y totalitarias. Después del 68 estaba cantada la caída del muro y de la guerra fría, hasta que los fundamentalismos terroristas han incentivado de nuevo esas corrientes.
Hemos de reestudiar de nuevo el siglo XIX y leer, por ejemplo, al Marx que versa sobre 1789, 1795, 1830 y, sobre todo, 1848. Nos acogimos al Marx de la Comuna y al Lenin que interpreta interesadamente al Marx de La Comuna, sin parar mientes en las contradicciones perversas que sus intérpretes de la escolática marxista perseguían en aras de la causa de los partidos, representantes, intérpretes y vanguardia política del proletariado y la humanidad en vías de emancipación. La distinción entre democracia formal u oficial y democracia real o popular… era una de esas distinciones maniqueas, falsas y escolásticas, de efectos peligrosos, como advirtieron en su día mentes lúcidas como Rosa Luxemburgo o Alejandra Kol. Si hemos de volver a algunas de las fuentes, volvamos a 1789, 1793… y, en especial, a 1848 y a las reflexiones que estas últimas revoluciones estimularon en Marx. De 1848 a 1968, esos, pienso, debieran ser nuestra referencias en positivo; en negativo, ya las tenemos, más por reportajes, documentales, testimonios autobiográficos, relatos filmados…, que por análisis teóricos.
Apunto tan sólo 2 cuestiones más, que me parecen sustanciales, sin ánimo de glosarlas, pues he de dejar el cíber.
1.- Lo importante y crucial es qué política y, más aún, cómo hacer política. Esto sí que es previo a las divisorias de color o etiquetaje político. Es algo que me satisface cuando lo leo en los papeles de C´s y UPyD, muy a pesar de las contradicciones con ciertas prácticas. Cuando nos tiramos años, en los 70 hablando de la nueva izquierda, tuvimos menos interés en analizar y debatir la cuestión del tipo de organización política, el nuevo tipo de partido, otro concepto de política. No quiero hablar de la agresividad y violencia que suscitó la ponencia que presenté en el I Congreso abierto del PTE con el título «Por un nuevo tipo de partido…». A propósito de esa experiencia, me puse a escribir un artículo mamotrético sobre el particular, que envié al V. T., sin que les pareciera oportuno publicarlo.
2.- El otro punto, imprescindible hoy en día, si ya lo era en tiempos de Marx y de la I Internacional: «pensar globalmente y actuar localmente». ¿Tiene sentido el uso de la siglas que hacemos en el mundo global o en el fenómeno de la globalización para lo que queremos significar?
Espero que esas observaciones os sean de alguna utilidad; si no, siempre son una muestra de que podemos pensar sin miedos y de que podemos expresarnos en libertad, que no es poco. Salud.
Rafa N. (2.02.2009)
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