Artur Mas tiene un infiltrado

Consejero de Interior, Relaciones Institucionales y Participación de la Generalidad de CataluñaEl empecinamiento de Saura en errar día tras día sólo puede ser el resultado de un agente camuflado

Promesa frustrada. Después de estas dos semanas de permanente ruido vinculado a la Conselleria d´Interior, me había prometido no fijar mi atención en ese departamento durante una temporada. Primero, por una cuestión de higiene mental, y segundo, porque dedicar la reflexión crítica a analizar errores de patio de escuela resulta harto fatigante. Pero como la realidad siempre es más tozuda que las buenas intenciones, y como esta conselleria ha decidido montar un circo diario, me resulta difícil no comentar el último lío en que se han metido, ellos solitos, los chicos de Saura. En este caso, sin comerlo los propios ni beberlo la oposición, hemos asistido a un surrealista episodio de héroes, medallas y rock and roll que habría hecho las delicias de Salvador Dalí, ahora que lo recordamos en el aniversario de su muerte. El caso es conocido y tiene final feliz. Un hombre agrede a su ex pareja en plena calle y le asesta varias puñaladas. Algunos ciudadanos que observan atónitos la situación deciden protagonizar la fábula del buen samaritano. Gracias a ellos, la mujer salva la vida, el agresor es detenido, y la macabra estadística no suma un nombre más en su brutal carrera de muerte.

Hasta aquí la crónica de sucesos. Pero como los tiempos políticos son duros, las críticas arrecian contra Saura, en el Parlamento se avecina una sesión de control tempestuosa y no hay un buen titular que echarse a la hambrienta boca, Interior decide encadenar unos cuantos disparates, con la vana esperanza de ganar algo de estima. Ode autoestima, que también está por los suelos. Y si una era la crónica de sucesos, esta es la crónica del sainete: Interior oye voces, mujer maltratada, emigrante solidario, agresor detenido, y le suena a música celestial sostenible; se salta las normas que rigen estos casos y, atacada de nervios, anuncia a bombo y platillo que otorgará la Medalla del Mérito a los dos ciudadanos que han intervenido; por el camino de las prisas, se olvida del tercero, Rafael, el operario del gas que, según todas las fuentes, resulta clave para acorralar al agresor; todo esto lo hace obviando que estas medallas no las da Interior, y que un comité de altos cargos de los Mossos valora las peticiones durante meses, estudia los casos, habla con las personas, etcétera y finalmente decide; cuando salta la nota de prensa, enésimo malestar de los Mossos: no se ha pedido antecedentes, no se sabe nada, no es Interior quien decide, no…; y al final, probablemente porque en los circos del despropósito siempre crecen los enanos de la polémica, resulta que el buen samaritano ecuatoriano, Wilson A. R., tiene antecedentes penales, justamente por violencia de género. Y ahora Interior no sabe si pedir la medalla para el ciudadano que se olvidó, si quitar la petición del emigrante con antecedentes, si pedirlas todas o no pedir ninguna, y sobre todo no sabe si tomar un autobús y enfilar directamente a Marte. Todo ello, perpetrado en dos días, sin que nadie les metiera en este entuerto, tan veloces hacia la meta del ridículo, que ya no necesitan ni estímulo. ¿Pero qué pasa en Interior? ¿Qué les está ocurriendo a estos chicos? ¿Son las prisas? ¿Los nervios? ¿O es que lo suyo no es la complejidad de un gobierno, sino la feliz simplicidad de la pancarta? ¿Contra el sistema se vive mejor? Y, sobre todo, ¿detrás de un despacho sucumben las grandes palabras y afloran las bajas carencias?Pensada la cosa largamente, he llegado auna conclusión. Enla Conselleria d´Interior no se sufre un síndrome de grave incompetencia. Lo que pasa es que hay un infiltrado. Uno de esos tipos simpáticos que parecen de izquierdas de toda la vida, pero que en realidad son pérfidos habitantes de la Casa Gran del Catalanisme, enviados a Interior para malmeter, dar consejos erráticos y hundir el gran prestigio de la progresía auténtica. No me cabe duda de que este empecinamiento en errar día tras día sólo puede ser el resultado de un agente de Artur Mas camuflado de ecosostenible. O esto, o Jordi Évole ha metido a uno de los suyos de conseller, para armar gresca. Porque se puede hacer peor. Pero no se puede hacer mejor el ridículo.

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Pilar Rahola
La Vanguardia (25.01.2009)

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