De Churchill a Bush

Wiston ChurchillA la vista de los abusos la historia hablará de que "nunca tantos pagaron tanto por tan pocos"

Una de las frases más lapidarias y precisas de Winston Churchill definió cómo debían valorar los británicos al puñado de aviadores que, contra viento y marea, mantuvieron a salvo el territorio y la libertad de sus conciudadanos ante las ofensivas aéreas nazis a principios de 1940: "Nunca tantos debieron tanto a tan pocos". Casi 70 años después, el amplísimo programa de rescate de "activos tóxicos" en EE. UU. (y lo que pueda derivarse en otras latitudes) ha invertido drásticamente el mensaje de Churchill: a la vista de los tremendos excesos y abusos, más allá del fraude y probablemente del delito, la historia hablará de que "nunca tantos pagaron tanto por tan pocos".

Ciertamente el clima de euforia contagió a muchas personas y sectores más allá de los círculos selectos de los innovadores financieros y sus agresivos ejecutivos pero la capacidad de los masters del universo para "distribuir" las consecuencias de sus abusos de confianza ha convertido en la práctica a todos, los participantes en la imprudente ambición – como suele suceder en casi todos los timos- y, lo que es peor, al conjunto de los ciudadanos honestos y modestos, en impotentes rehenes de sus actuaciones.

No se trata sólo de que la mezcla entre las pautas de Wall Street y Las Vegas haya ido demasiado lejos. No se trata sólo de haberse defraudado el papel de la confianza en la solvente canalización del ahorro hacia la inversión finalmente productiva como esencia del sistema financiero. Se trata de aspectos esenciales de los sistemas democráticos: los sistemas parlamentarios nacieron para obligar a los soberanos que querían establecer impuestos a buscar el consentimiento de los contribuyentes-ciudadanos. En buena medida se ha conseguido al menos en los países de tradición democrática. Pero ante la aparición de los nuevos poderes cuasi-absolutos hasta ahora de una minoría de señores de las finanzas (los nuevos vándalos se les denominó premonitoriamente hace unos años) los ciudadanos-contribuyentes parecen haberse convertido en resignados rehenes que pueden negociar, como máximo, cláusulas de difícil cumplimiento para tratar de recuperar una pequeña parte del rescate que deben pagar. ¿Le seguirán llamando a esto "efectos colaterales del riesgo sistémico" en las escuelas de negocios autodenominadas de excelencia?

Las primeras cuantificaciones del coste del rescate hablan de 700.000 millones de dólares. Casi un 5% del PIB de EE. UU… y un 1% del PIB mundial. ¿Se acuerdan de que cuando se planteaba la posibilidad de allegar el 0,7% del PIB de las economías avanzadas para la erradicación del hambre y la pobreza mundiales se decía que era del todo imposible?

Juan Tugores Ques, Catedrático de Economía de la Universidad de Barcelona

La Vanguardia (29.09.2008)

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