Néstor García Canclini, antropólogo experto en cultura urbana
69 años. Nací en Argentina, vivo en México. Casado varias veces. Dos hijos. De izquierdas, pero alejado de dogmatismos y de los reformismos tibios, busco una posición intermedia entre fracasos diversos y esperanzas necesarias. Creo en las artes y en unas cuantas amistades.
Ima Sanchís.- En las grandes ciudades todos vemos las mismas películas, teleseries, programas adaptados y tomamos el mismo café de la misma cadena… Hay un repertorio iconográfico internacional, como los presidentes, los actores de cine y los narcotraficantes (todos ellos suelen mezclarse). Compartimos imágenes y símbolos globalizados, pero hay diversidad, y me parece un proceso creciente.
¿No tendemos a la homogeneidad? No hay que engañarse, esta diversidad es controlada y limitada, y hay minorías y mayorías que están al margen.
¿Y eso en qué se traduce? Tal vez se pueda hablar de pospolítica. Si la política ha estado asociada a la existencia de estados poderosos y una organización de la vida pública con intereses sociales atendiendo a la mayoría, esa primera modernidad ha sido desplazada por otra empresarializada donde finalmente los estados controlan pero se les escapa mucho, sobre todo a partir del avance de las tecnologías.
Internet. Sí, que permite horizontalizar gran parte de la información. Los estados están ahora a favor de intereses privados muy concentrados, y el control que ejercen es un control con fines no propiamente estatales.
¿Hay vida fuera del sistema? Sí, de hecho hay varios sistemas. Aunque es cierto que hay una tendencia a la homogeneización capitalista que reinterpretada llega hasta China y desde China va a volver como un bumerán sobre nosotros.
¿Y cómo volverá? Es un enigma hasta para los propios chinos. Por ahora están llegando a muchas ciudades occidentales con todo tipo de negocios, incluso con canales de televisión; hay muchas ciudades en Europa y en América Latina que reciben diariamente canales de televisión, incluso en el propio idioma local.
En este panorama de la pospolítica, ¿cuál es la opción ciudadana? Muchos sociólogos dedicados a fomentar la participación ciudadana optan ahora por cambios muy locales, incluso del propio barrio. Pero lo que comprobamos una y otra vez es que todos estos movimientos sociales (ONG, fundaciones, asociaciones) logran pocos resultados y bastante frágiles.
Sin Amnistía Internacional y otras ONG, este mundo sería peor. Si todas esas ONG no se preguntan en algún momento qué hacer para cambiar el Estado o para participar buscando gobiernos menos influenciados por las transnacionales y con capacidad de negociar con esos poderes, serán engullidas. Aunque suene utópico es un objetivo necesario.
Hoy no te despide un jefe sino una compañía, y en las empresas que controlan recursos básicos no te atienden personas sino máquinas. Sí, se da una despersonalización de lo que eran servicios públicos, estrategia de mercado, y es algo que deberíamos revertir.
¿Alguna esperanza? Los nuevos hábitos culturales de los jóvenes dan un mundo mucho más interrelacionado. Y más allá de la esfera política, en la que no participan, yo veo que escapan a los lugares que les tienen asignados. En México, por ejemplo, un 70% consulta habitualmente internet.
¿Nos lleva a alguna conclusión? Los hábitos culturales, aun en sectores muy discriminados económica y educativamente, van más allá de lo que la sociedad les ofrece, que, por otro lado, los maltrata con trabajos informales y sin derechos. Son procesos contradictorios de difícil previsibilidad, pero auguro cambios muy complejos.
¿Cómo imagina el futuro? Nada indica que vaya a haber un gobierno global que ponga orden, pero un desafío importante es pensar más allá de las fronteras nacionales porque ya no son reales.
Soportamos mal tanta proximidad con el diferente. Eso es una realidad, y la tolerancia me parece un concepto poco valorable, es una forma de perdonarle la vida a los demás. No se pueden abrir las fronteras totalmente ni tampoco cerrarlas, quizá la mejor propuesta sea la de Sami Naïr: que los países más desarrollados promuevan el desarrollo de los países expulsores de fuerza de trabajo. Pero las migraciones no son hoy mayores que hace 100 años, sólo han crecido un 3%.
Pero son distintas. Eso sí, antes eran traslados definitivos y ahora se da lo que se denominan comunidades transnacionales, porque hay una circulación de comunicación entre los que se quedan y los que se van, y eso tiene una gran influencia en ambas sociedades.
Todo se complica con el terrorismo. Sí, y la solución no es la represión. Los ciudadanos interiorizamos la represión y le damos consenso, eso es lo más grave.
¿La ciudadanía seguirá sin reaccionar? Hay explosiones periódicas en momentos extremos, pero el trato que recibimos cotidianamente: los vuelos sobrevenidos, la invasión de la privacidad cuando unas empresas venden a otras nuestros datos personales…, en fin, hay muchas situaciones cotidianas que tenemos que ir soportando porque no hay defensores de lo público.
En teoría los hay. No son independientes, no defienden realmente a los ciudadanos, pactan con el poder, y es una de las figuras más necesarias….
La Vanguardia-La Contra (25.08.2008)
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