Cuidado: el hecho de que Berlusconi sea un tipo ridículo, con sus bandanas de pirata, su rostro maquillado y sus ínfulas grotescas de marchito donjuán, no impide que sea peligroso. También Mussolini parecía salido de una ópera bufa, pero impuso el fascismo. Ahora creo escuchar ecos fascistas cuando el Gobierno Berlusconi habla de la emergencia gitana: qué lenguaje tan alarmante.
Estoy atónita: ¿de verdad vamos a permitir que un país de la UE lance una persecución étnica en toda regla? Porque eso ha hecho Italia al promulgar unas ordenanzas especiales para "censar, realojar, alejar o expulsar" a los gitanos. Fíjate bien en los términos empleados: censar, para definir el colectivo a perseguir (todos los progroms empiezan por un censo); luego realojar, es decir, detener e internar en campos de concentración, y, por último, deportar. Todo esto ha sucedido demasiadas veces a lo largo de la historia como para dejarnos engañar por las palabras.
Sucedió en España con la Gran Redada, por ejemplo, llevada a cabo en 1749 por el Marqués de la Ensenada, tan ilustrado él y tan moderno, tan atroz en sus planes genocidas. Entre 9.000 y 12.000 gitanos fueron detenidos en un solo día. A los hombres y los niños mayores de siete años se les puso grilletes y se les trasladó a los arsenales para hacer trabajos forzados; las mujeres y los críos fueron internados en cárceles y fábricas. Los bienes de las víctimas se confiscaron, y con ellos se costeó la bárbara redada; el hacinamiento y las condiciones de vida eran inhumanos. Este horror, que duró hasta 1763, también se justificó por razones de seguridad: exactamente igual que la emergencia gitana de Berlusconi. Me pregunto si nuestros prejuicios contra los gitanos, tan sólidos y añejos, harán que volvamos a mirar para otro lado, mientras en Italia se pisotea la ética y el derecho.
El País (3.06.2008)
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