De la misma forma que las dictaduras, en sus últimos coletazos, siempre dejan un reguero de sangre, las organizaciones terroristas también mueren matando. Es difícil imaginar que las FARC culminen su declive pacíficamente, sobre todo ahora que sufren deserciones masivas y van perdiendo a sus líderes más emblemáticos. En casos así, las peleas entre facciones y la propia debilidad de la estructura acostumbran a marcar a fuego el camino del final.
Pero lo cierto es que, a estas horas, las dos noticias que nos llegan van en la buena dirección. Por un lado, no se han cumplido los pronósticos de los expertos, que auguraban un largo proceso de peleas internas, para escoger al sucesor de Pedro Antonio Marín, el legendario Tirofijo, que lideró las FARC durante cuarenta años y cuya muerte ha sido confirmada. Si son ciertas las informaciones, en boca de Timoleón Jiménez, Timochenko, las FARC ya tienen un nuevo líder y han cerrado su periodo de crítica interinidad.
La segunda buena noticia podría ser el perfil del sucesor, Guillermo Sáenz Vargas, alias Alfonso Cano,considerado el más dialogante, y claramente confrontado con la facción militar más dura, liderada por el Mono Jojoy, Jorge Briceño. Sin embargo, ni todo ello es tan seguro, ni son tan bonitas las descripciones que aparecen en los teletipos que definen al nuevo líder, donde se señala que su perfil de "intelectual" por el hecho de haber estudiado antropología lo aleja del tradicional origen campesino de los líderes de las FARC.
Informaciones fiables de distintas fuentes hablan de "agudo malestar" en el interior de la organización terrorista, porque, a pesar de que Alfonso Cano está en las FARC desde hace décadas, siempre se le ha considerado un "ideólogo" y no un militar. Sin duda, para la mayoría, el Mono Jojoy sería el líder natural.
Pero, además, la verdadera biografía de Guillermo Sáenz Vargas dista mucho del mito que se ha fabricado. Miembro del PC colombiano, cuando estudiaba en Bogotá, lo abandonó para integrarse en las FARC, a finales de los 70, y pronto se convirtió en el hijo espiritual de Jacobo Arenas, el auténtico ideólogo de la guerrilla. Desde el 2000 es el jefe del grupo occidental de las FARC, y el líder del Movimiento Bolivariano, el proyecto político que camina en paralelo a las acciones militares.
El periodista Jorge Enrique Botero lo describía así hace años: "Siempre tiene a mano un termo cargado con tinto caliente que desocupa varias veces al día y un paquete de cigarrillos que consume en cuestión de horas", y aseguraba que no le quedaba nada del carácter urbano de sus orígenes. Sus hazañas más oscuras lo hacen responsable de todo tipo de asesinatos y secuestros (sus incursiones en el Cauca o Nariño han dejado decenas de muertos) e incluso los suyos explican cómo mató personalmente a 40 guerrilleros sometidos a juicio de guerra por "comer más de la cuenta". Es decir, el nuevo líder "intelectual" de las FARC no desmerece en nada al resto de los líderes que han teñido de sangre la selva colombiana.
En el libro El cartel de las FARC, Luis Alberto Villamaría describía así a Tirofijo: "1,68 metros, 68 kilos, indioamericano, pelo negro y con artritis. Profesión: narcoterrorista". Alfonso Cano es más alto, no es indioamericano y no se sabe si tiene artritis, pero desde luego es tan narcotraficante como el resto de sus camaradas. Si es menos duro que el Mono Jojoy, los matices se escapan a toda racionalidad. A pesar de ello, puede que sea el hombre que acepte la salida negociada del presidente Uribe e inicie el principio del fin. Puede, si lo dejan los suyos, si es capaz de acabar con el negocio del secuestro de personas y el magno negocio de la droga y si lo dejan sus poderosos amigos venezolanos y ecuatorianos… Demasiados condicionales para el optimismo. De momento, el optimismo sólo se sustenta en un hecho cierto: ha muerto Tirofijo. Hay un asesino menos en la selva colombiana.
La Vanguardia (27.05.2008)
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