Duras críticas de la ONU a la junta birmana

Ban Ki-moon (Secretario General de la ONU)Ban Ki Mun aún no ha podido hablar con el general Than Shwe

JORDI JOAN BAÑOS – Dala Enviado especial.- Ir nadando a la escuela es una fantasía hecha realidad en Dala, bajo las renovadas lluvias torrenciales. Para acabar de hacer las delicias de los niños, las clases siguen suspendidas hasta el 1 de junio. Este suburbio de cien mil habitantes, separado de Rangún por el caudaloso río homónimo, ha sido duramente castigado por el ciclón Nargis. Muchos de sus habitantes son trabajadores de lo más modesto que cogen a diario el abarrotado ferry y viven en casas de bambú con techumbre de palma, cientos de las cuales han quedado reducidas al esqueleto. Orinan y defecan en el canal que pasa junto a las barracas.

Otra escuela cercana, a cinco minutos en triciclo taxi, parece abierta, por la cantidad de niños que hay. En realidad, son familias al completo, entre las más pobres de esta ciudad pobre, que viven aquí desde la semana pasada, después de que el Nargis tumbara sus casas como castillos de naipes. Las mujeres cocinan en las aulas para 260 personas o amamantan, y el aroma de los fideos con sopa de pescado lo inunda todo. El aguacero que amenaza con volver a borrar las casas empieza por borrar la thanaka del rostro de las chicas. Birmania es un país donde la belleza y la pobreza están muy repartidas.

"El gobierno nos ha dado 15 días para abandonar esto. Pero no tenemos dinero para reparar nuestras casas, por eso estamos aquí", explica una mujer rodeada de rostros expectantes. "Tendremos que buscar un monasterio, quizás". Casi enfrente, hay uno, ahora mismo sin otros inquilinos que los religiosos. A diferencia de lo ocurrido en Rangún, aquí el ejército no se ha movilizado para ayudar. Ni los monjes. A río revuelto, ganancia de predicadores, como Aka, un pastor evangélico birmano, que asegura haber convertido a 150 personas durante la semana posterior al ciclón.

La multitud empieza a criticar la total falta de apoyo del gobierno, hasta que, con la aparición de un hombre de camisa blanca – un policía o un informador- se hace el silencio. Por la última casa del pueblo aparecen cinco periodistas franceses disfrazados de turistas, cabizbajos. Han intentado ir más allá y una quincena de soldados les ha impedido el paso y les ha obligado a regresar a Rangún.

El propio secretario general de la ONU, Ban Ki Mun, se declaraba ayer "inmensamente frustrado" por la lenta respuesta del gobierno birmano. Ban reconocía que todavía no había conseguido hablar con el general Than Shwe y calculaba que la ayuda distribuida podría ser apenas un 10% de la necesaria, por lo que llamaba a las autoridades birmanas a acelerar el reparto. La junta reconoce ya 32.000 muertos, aunque ha reducido el número de desaparecidos a otros 33.000. Observadores independientes triplican o cuadruplican dichas cifras.

Por su parte, la Comisión Europea celebrará hoy una reunión sobre la ayuda humanitaria a Birmania para reevaluar la situación. El comisario europeo de Desarrollo y Ayuda Humanitaria, Louis Michel, piensa viajar hoy mismo a Birmania. Cabe decir que en las últimas horas, el líder tory,David Cameron, se ha unido a la postura francesa partidaria de anteponer el derecho de los damnificados a recibir ayuda a poner a raya a la dictadura militar.

Mientras, aterrizaba ayer el primer avión con ayuda de Estados Unidos – pastillas purificadoras de agua, mosquiteras y, extrañamente, mantas- después de que este país terminara plegándose a las condiciones de la junta militar: sí a la ayuda extranjera, no a los ayudantes extranjeros. También llegó un avión con ayuda de Médicos sin Fronteras y Medicus Mundi con más de 50 toneladas de material de ayuda.

Fuentes de la oposición, desde la seguridad de Tailandia, han denunciado que los militares dan un trato cercano al de prisioneros a aquellos que se acogen a los campos de desplazados, además de apropiarse de hasta el 70% de la ayuda internacional.

El aeropuerto de Rangún, el único internacional de Birmania, provoca una extraña sensación al viajero. Es perfectamente posible no toparse con ningún occidental, como lo es andar por pleno centro de Rangún, durante horas, con idéntico resultado. Cuesta creer que Rangún fuera escala obligada para todos los vuelos de la región, incluida Tailandia, antes de la dictadura. Hoy en día, los únicos vuelos internacionales diarios a Birmania tienen como origen Bangkok y Singapur.

La Vanguardia (13.05.2008)

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