El magnífico resultado obtenido por Rosa Díez, y su partido UPyD, no termina en el escaño obtenido. Contra viento y marea, sin financiación, sin apoyo de ningún tipo y con todos los medios de comunicación en contra, los afines al PSOE, que son muchísimos, y el silencio también de los que controla el PP, que son bastantes menos, Rosa ha logrado la proeza de situarse en el Congreso de los Diputados.
Los análisis realizados en los días previos, que suelen estar oscurecidos por no pocas emociones, hablan de que el trasvase proviene de votos populares. Partiendo de la base de que el voto es del ciudadano, y no del partido político de turno, a mí ese análisis me trae sin cuidado. La partitocracia española, y el escaso respeto de los grandes partidos por el verdadero valor del voto, les lleva a apropiarse de las intenciones y deseos de los votantes. Rosa Díez ha ganado el escaño en Madrid, porque ha obtenido los suficientes votos para ello. De dónde provengan es lo de menos.
Se abre ahora una oportunidad de oro para la regeneración de la izquierda moderada, que ya no está en el PSOE, a la vista del hundimiento de la ultraizquierda representada por el Sancho Panza de Zapatero -Llamazares- y por los radicales independentistas de ERC. Zapatero, cuya radicalidad le ha proporcionado la victoria en estas elecciones, optará seguramente por seguir en ese camino de hostigamiento al PP y a la radicalización de las propuestas. Por ello, Rosa Díez puede alzarse con ser la voz de una izquierda que se define como nacional, sin complejos, y que busca grandes reformas en beneficio de la igualdad de los españoles y de la propia democracia.
Cuando Mariano Rajoy despeje la duda de su camino, y del futuro inmediato del PP, tendrá en el Congreso de los Diputados (él o su sucesor) un único apoyo, pero muy valioso, para afrontar también las promesas de regeneración democrática realizadas durante la campaña electoral. España vivirá una etapa convulsa no sólo por la sombra de la crisis económica sino porque el nacionalismo, a pesar de haber sido derrotado en términos generales, seguirá siendo imprescindible para la estabilidad parlamentaria.
A pesar sus palabras, no veo yo a Zapatero pactando con el PP. Los pactos a los que deberían llegar podrían ser perjudiciales para los intereses de este hombre cuya suerte va en aumento, a medida que aumentan también los problemas de los españoles.
De Rosa Díez depende en gran medida que la izquierda española recupere el discurso nacional que ha perdido. De ella depende también impulsar a los dos partidos, PP y PSOE, a reconstruir los puentes rotos que afectan no sólo a sus relaciones sino a la propia convivencia nacional.
La voz de Rosa, que ha clamado en desierto, será escuchada desde este momento en los hasta ahora muros infranqueables de la política nacional. Si el bipartidismo se ha impuesto, también se ha impuesto la voluntad de unos ciudadanos que se niegan a aceptar los discursos monolíticos, las cosas ya decididas. Rosa Díez es la voz limpia, el discurso sereno, la palabra precisa, el viento y la marea de los que, desde la izquierda, aman a España sin vergüenza ni complejo.
No sólo es la rosa. Es también la esperanza.
Alfredo Casquero
El Semanal Digital (12.03.2008)
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