El queso

El quesoMe dispongo a llevar a cabo una reflexión en la jornada preelectoral como corresponde a una demócrata de toda la vida. En las elecciones pasadas no pudimos hacerlo, tuvimos que ayudarnos los unos a los otros para escapar de la mentira con urgencia. Reflexionar es una palabra añeja, casi prehistórica. Sería lo contrario de ignorar o preconcebir, precipitar, consumir, devorar o zapear. Reflexionar sería considerar nueva o detenidamente algo, según la primera acepción del diccionario. Vamos a ello. Apago la tele y la radio, nada de prensa, fuera ordenador. Envío un mensaje a toda mi agenda del móvil: no me llames, estoy reflexionando. Después de dar unas vueltas desorientada por la casa me siento en una silla de cara a la pared. Hombros relajados, cuello flexible. Tengo los datos. Estoy sola. Bien. Mi pensamiento, yo, esta pared y varias toneladas de información acumuladas en mis neuronas o en mis retinas para ser exactos. A ello. Una manchita gris en la pintura blanca llama mi atención. Corchea, corbata, gusanito, vía de tren, anchoa, espagueti, tengo hambre, vaya. Mal. Intento reconducir mi mente. Veamos. Considerar: sinónimo de cavilar, meditar, profundizar, deliberar, recapitular, especular, me estoy mareando, discurrir e incluso imaginar, me he perdido.

Aquí lo que pasa es que la silla delante de la pared blanca no debe de ser un buen sitio. Me tumbo en el sofá, cierro los ojos, estiro las piernas y me concentro. Vamos a ver. Discurrir tiene que ver con ir y con transitar. Parece necesario llevar a cabo algún tipo de recorrido para reflexionar. Pero mi pensamiento secciona, recorta, pega, señala, sí o no, ganar o perder, blanco o negro, o tú o yo. Mi pensamiento salta de un lado a otro como el AVE de ciudad en ciudad o como la cabra por el monte y estoy empezando a bostezar. Reflexionar no es sinónimo de dormir pero esta modorra al menos me conduce a recordar. Qué recuerdos. En 1977 a los niños nos explican en el colegio el sentido de la democracia. Lo captamos bastante bien. Tampoco nos cuesta mucho entender la diferencia entre ser de derechas o de izquierdas. Se habla del libre mercado por encima del intervencionismo de las administraciones públicas o del reparto equilibrado de la riqueza de un país. Pero entonces un niño sale con lo del queso, y el asunto nos queda más claro. Tenemos un queso, dice, se trata de decidir si cada uno se las apaña como pueda para coger el trozo más grande, o si el queso se reparte entre todos a partes iguales. Muy bien, contesta otro, he entendido lo que es la derecha y la izquierda, he entendido que hay personas de derechas y personas de izquierdas, pero lo que no entiendo es que los que son de derechas lo digan. Me quedo dormida en el sofá.

Albert EinsteinAquí lo que pasa es que el sofá no debe de ser un buen sitio. Me coloco frente al espejo del cuarto de baño. Acción o efecto de reflejar o reflejarse; tercera acepción del diccionario sobre reflexionar. Me miro a los ojos. Para entrar en materia debería empezar por hacerme a mí misma unas preguntas. Lo importante es no dejar de hacerse preguntas, dijo Einstein. Si Einstein hubiera nacido en nuestros días habría recibido un diagnóstico de autista, leí el otro día por aquí. No importa. Pregunto, por ejemplo, ¿es creíble que los partidos de derechas digan que su política conviene a las personas con rentas bajas?, o, ¿a quién beneficia privatizar?, y también, ¿se puede ser nacionalista y de izquierdas?, e incluso, ¿es posible ser monárquico y republicano a la vez?, ¿monárquico y de izquierdas?, ¿y ser religioso y creer en la igualdad del hombre y la mujer?, o ¿es admisible dedicarse a la política y tener intereses en empresas? Y sobre todo, ¿qué sentido tendría poder intervenir en estas cosas de la vida misma con un voto y no hacerlo?

Clara Sanchís Mira

La Vanguardia (7.03.2008)

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