¿Feliz Año Nuevo?

Habrá que ver si hemos pasado del tiempo de "la rebelión de las masas" al de "la resignación" de la ciudadanía  

Pocas veces los pronósticos para el año que entra habían estado tan abiertos. Las diferencias entre las previsiones pesimistas y las optimistas en términos, por ejemplo, de crecimiento del PIB – tanto las referidas a España como a Estados Unidos o a la economía mundial- no se cifran en las habituales décimas, sino en puntos porcentuales, las que van de la recesión a la recuperación. Se escuchan desde comparaciones con la Gran Depresión y el estancamiento de Japón en la década de los noventa hasta interpretaciones más benignas asociadas sólo a las dificultades de 1987, 1998 o la crisis de la puntocom. Recobra vigencia la distinción entre el "riesgo" estadísticamente tratable y la genuina "incertidumbre" que ahora afrontamos. Pero aprovechemos la coartada que suministran estas fechas para ir más allá de la coyuntura y recordar unas cuestiones de más largo recorrido que tal vez el 2008 contribuya a clarificar. 

Por un lado, en qué medida las dificultades en gran parte autoinfligidas en el sistema financiero, con sus secuelas de debilitamiento de la confianza y depreciación del dólar, son aprovechadas por las economías emergentes, muchas de ellas más a resguardo en esta ocasión – entre otras razones porque los países asiáticos sí aprendieron de la crisis de 1997- de las imprudencias de la "innovación financiera", para dar un paso más en la reconfiguración a su favor del poder económico y político mundial. La enorme capacidad inversora de los fondos soberanos y otras iniciativas empresariales y financieras con base en economías emergentes, resultado de su capacidad de ahorro y dinamismo, probablemente verán reforzado su papel.  

Y por otra parte, a escala más local, aumenta la percepción de que la prosperidad, mientras dure, y las dificultades, en el grado en que lleguen, se distribuyen de forma desigual. El rebrote inflacionista profundiza la percepción de que la inflación erosiona muchos salarios y pensiones en una cuantía superior al IPC oficial, y cada dato acerca de la distribución de las cargas fiscales ratifica la evidencia de que la progresividad desaparece cuando se llega a determinados niveles, transformando casi en progresistas propuestas como el impuesto proporcional sobre la renta con mínimo exento. Desde muchos puntos de vista se está rompiendo la percepción de "estar todos en el mismo barco", esencial la difícil adaptación a las nuevas realidades globales e inciertas. 

Muchos síntomas de malestar, social y territorial, pueden interpretarse en términos de la quiebra de un imprescindible sentido de cohesión. Tal vez habrá que leer los próximos tiempos, incluyendo los resultados electorales, en clave de hasta qué punto el tránsito del siglo XX al XXI ha sido, con permiso de Ortega, el de "la rebelión de las masas" al de una "resignación" de la ciudadanía.

Juan Tugores Ques  (Catedrático de Economía de la UB)
La Vanguardia, viernes, 04 de enero de 2008  

 

 

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