No fueron aquellos tres días de marzo, el jueves, el viernes y el sábado, ningún ejemplo de democracia. El Gobierno de Aznar tardó probablemente demasiado en reconocer que la pista más sólida era la islamista en lugar de ETA, aunque debe reconocerse que no escondió las averiguaciones que la policía estaba realizando. El jueves por la noche informó de la sospechosa camioneta con libros del Corán en árabe y el sábado hizo detener a algunos que después han sido declarados culpables. El acoso a las sedes del PP por parte de militantes socialistas, sin que los dirigentes de este partido no hicieran nada para desconvocarlas, fue un mal ejemplo de limpieza democrática. Nunca unas elecciones resultaron tan turbias, tan poco edificantes. Mal empezó la actual legislatura.
La ruptura del acuerdo en política antiterrorista ya se ha subsanado en parte al demostrarse la inconsistencia de un imaginario diálogo con ETA. Pero las heridas no están cerradas y también serán los jueces quienes deberán resolver lo obvio: que ANV era un partido controlado por la banda terrorista. El Gobierno y el Fiscal General se equivocaron al no impugnar las listas de este partido. Ahora hay más de veinte de alcaldes y trescientos concejales, con poder y sueldo asignado, que hacen el caldo gordo a los terroristas. Grave error.
Además, con una crisis económica en ciernes, PSOE y PP no paran de anunciar subvenciones y rebajas de impuestos en una irresponsable carrera por ganar votos. Conducta poco ejemplar la de los grandes partidos. Probablemente también poco creíble. La ciudadanía está crecientemente escéptica ante el comportamiento de los políticos.
Pero quizás haya que salvar, por lo menos, a uno, a Manuel Marín, que se ha estado desgañitando para imponer su autoridad de presidente ante el triste espectáculo de un Congreso que demasiado frecuentemente parecía un aula de adolescentes desmandados por la sangre caliente primaveral. ¡Lástima que Marín no se presente como candidato a presidente! Muchos lo votarían con gusto.
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