El Sr. Zapatero tira pelotas fuera al hacer caer sobre los hombros de los padres el fracaso del sistema educativo español. ¡Qué menos, después de casi 30 años aplicando la líneas marcadas por el PSOE con la LOGSE, que escaquearse de responsabilidades! Tampoco el PP queda libre de culpa, pues, en sus dos legislaturas tan solo a última hora se atrevió a iniciar una tímida reforma abortada rápidamente por ZP.
Al César lo que es del César. El Talón de Aquiles de la España democrática es la educación y la máxima responsabilidad la tienen las instituciones.
Es innegable que en el resultado individual de cada alumno pesa la formación de los padres y su posición económica y social, pero que recaiga la culpa sobre ellos es un despropósito y en la disculpa de ZP una huida hacia delante deshonesta. Aceptar dicho argumento supone que no importan las políticas educativas tan solo las redistributivas y parece que tampoco ha hecho tanto como dice.
Lo que parece claro es la necesidad de una reforma educativa ambiciosa que apueste por la excelencia, que prime y mime la escuela publica, que homogenice la educación en toda España (en contenidos y en normativa); no podemos soportar 17 sistemas educativos, por caros e ineficaces. En esta tesitura el retorno de la competencia de educación al Gobierno y al Parlamento Español es una revolución, una necesidad, mantener la actual situación una caída libre, una involución cuasi-medieval.
La escuela no es un lugar donde aparcar a los niños y convertirlos en bobos votantes, si no un lugar donde crear ciudadanos libres, críticos y competentes y para ello ha de ser un templo donde el esfuerzo sea una exigencia.
La formación continua del profesorado y su refuerzo como centro y motor de la enseñanza ha de pasar de ser un mero eslogan a una realidad.
Todo esto implica incrementar la porción del pastel presupuestario dedicado a educación y no digo gasto por que los dineros a ella destinados son inversión. Una inversión que tendrá réditos en un futuro no muy lejano.
Mirar atrás sirve para aprender no para volverse nostálgico.
Vicente Serrano
Barcelona, jueves, 6 de diciembre de 2007
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