En honor a la verdad

Nada más lejos de mi intención que entrar en polémica alguna con Mikel Azurmendi a propósito del artículo publicado en estas mismas páginas y en el que muestra su particular visión de la trayectoria y el momento actual de los movimientos cívicos vascos. Podría hacer muchas puntualizaciones a los análisis que en el mismo se realizan sobre lo que supuso el nacimiento de Basta Ya y también del Foro Ermua. Ambos (Mikel y yo) los vivimos de cerca y, en el caso de Basta Ya, desde el inicio y desde dentro.

Leyendo el artículo de Mikel observo que él y yo tenemos una opinión relativamente diferente de lo que supuso Basta Ya, sobre todo de cómo se organizó y fue capaz de movilizar tanta esperanza y tanta ciudadanía crítica. Es verdad que Mikel vivía ya por entonces en Madrid y que, aunque siempre estuvo con nosotros (desde el mismo momento en que se inició la reflexión para dar vida a un nuevo movimiento cívico), no pudo seguir, por razones obvias, el día a día del trabajo de Basta Ya.

Basta Ya fue mucho más que un movimiento cívico que recogía la experiencia de Denon Artean y otros movimientos cívicos que nos precedieron; Basta Ya fue el primer movimiento cívico que decidió salir a la calle para reivindicar lo que nos une, para sentirnos mayoría, para tirar de la solapa a los partidos políticos y plantarle cara al nacionalismo obligatorio. Basta Ya fue el movimiento cívico que impidió que los partidos políticos cayeran en la tentación -y en la trampa- de iniciar una negociación sobre el Plan Ibarretxe; Basta Ya reivindicó por vez primera el término «constitucionalismo vasco», agrupando bajo ese concepto a todas aquellas personas que estaban dispuestas a defender sin complejos la Constitución y el Estatuto, a todos aquellos que no renunciábamos a ser vascos y españoles sin pedir perdón por ello.

Tras las pancartas de Basta Ya salíamos a la calle ciudadanos de todas las ideologías, de toda España, felices de reencontrarnos, unidos contra el nacionalismo obligatorio y en defensa de nuestro marco jurídico y político. Por primera vez alguien llamaba a los ciudadanos para reír juntos en la calle; ya nos habíamos encontrado llorando demasiadas veces; ahora tocaba salir juntos para sabernos mayoría, para defender juntos lo que es de todos.

Pero en fin, esa es mi percepción y puede ser subjetiva; no discutiré por tanto su validez frente a la que expone Mikel Azurmendi. Ni le discutiré su derecho a suponernos unos meros oportunistas o un deseo de protagonismo imposible de superar, como él dice. Como dije antes, él vivía en Madrid; y quizá desde allí le parezca mentira que pueda existir un movimiento cívico que de forma poco articulada, sin una férrea dirección, sea capaz de hacer lo que hizo Basta Ya. Para entender lo que era aquello quizá convenga recordar que en algunas de las manifestaciones más numerosas María San Gil y yo misma no íbamos tras la pancarta, sino que formábamos parte del equipo de seguridad (bajo la dirección de Joseba Pagazaurtundúa).

Sí que me resulta un tanto ofensivo que Mikel afirme que el núcleo constituyente «buscó la complicidad de las víctimas». Quede claro que lo considero ofensivo para las víctimas; esa afirmación me recuerda demasiado a las acusaciones que desde el PSOE se le han hecho a las asociaciones de víctimas de estar «manipuladas». Como si el hecho de ser víctimas les privara de raciocinio y de capacidad para elegir dónde y con quién querían estar. Basta Ya estuvo con las víctimas y las víctimas estuvieron con Basta Ya. Entre otras cosas porque muchos de los integrantes de Basta Ya son víctimas ellos mismos. Pero el propio Azurmendi cae en contradicción cuando en el mismo artículo acusa al «órgano directivo» de Basta Ya de paralizar todas las acciones en favor de las víctimas. ¿Estábamos a favor o buscábamos la complicidad?

Pero no quiero discutir sobre lo que es más o menos subjetivo; he decidido escribir este artículo para rebatir lo que no es verdad, lo que es comprobablemente falso de lo expuesto por Mikel Azurmendi. Sobre lo opinable, por injusto que me pudiera parecer, nada que decir. Nada diré pues sobre la calificación que le merece a Azurmendi nuestra decisión de formar un partido político nuevo. Ni sobre los adjetivos personales con los que adorna su negativa opinión sobre lo que no es más que un derecho que como ciudadanos libres de un país libre nos corresponde ejercer. Si le parecemos narcisistas o sectarios por arriesgarnos a poner en marcha una iniciativa política que a nuestro juicio responde a una necesidad de regenerar la democracia, allá él. Pero voy a procurar separar la paja del heno porque es preciso restablecer la verdad. Y luego que cada cual opine y se posicione sobre lo que es opinable. Pero no más perversión del lenguaje ni versiones torticeras de la realidad.

El autobús de 2004

Azurmendi establece como el punto de inflexión que culminó en la ruptura del consenso en el seno de Basta Ya la organización de un autobús de promoción de Basta Ya que recorrió España. Dice que se hizo contra la opinión de la base más activa… Y que durante su recorrido curiosamente visitó sólo alcaldías socialistas. Para aquellos que no sepan de qué estamos hablando les explicaré que Basta Ya fletó un autobús en enero de 2004 para explicar por toda España su oposición al Plan Ibarretxe, tal y como se recogía en las páginas de este mismo diario el 31 de enero de 2004.

Los objetivos previstos se cumplieron a satisfacción: fuimos recibidos por el alcalde de Burgos (PP), acompañamos a la AVT en Madrid, fuimos recibidos por el alcalde de Madrid (PP), por la presidenta de la Comunidad (PP), por el alcalde de Alcobendas (PSOE), por el alcalde de Toledo (PP), por el presidente de Castilla-La Mancha (PSOE), por la alcaldesa de Córdoba (IU), por el presidente de la Junta de Andalucía (PSOE) y por la alcaldesa de Cádiz (PP). Añado las siglas de los partidos en los que militan las autoridades que nos recibieron no porque a mí me importe, sino para desmontar la mentira impúdica de Mikel Azurmendi. El objetivo de aquel viaje era hacer llegar el mensaje de que la unidad de acción entre los constitucionalistas era posible y necesaria; y todos los alcaldes y cargos públicos que nos recibieron así lo entendieron. Todos ellos, como nosotros, superaron la sigla para demandar unidad, justicia, igualdad y libertad.

En aquel autobús, recorriendo España, viajábamos militantes constitucionalistas; no éramos del PP, o del PSOE, o de UCE; éramos constitucionalistas, demócratas que queríamos demostrar en toda España que era posible superar la sigla, como lo hacíamos nosotros, para derrotar al terrorismo y recuperar la libertad. Quienes viajábamos juntos, quienes tomaban la palabra en Toledo, en Sevilla, en Cádiz, en Madrid…, se sabían unidos por encima de las siglas. Y quienes nos escuchaban también lo entendían así. Con el acto final en la Iglesia de San Felipe Neri, junto a la alcaldesa de Cádiz, con el recinto abarrotado por ciudadanos anónimos, reivindicamos la unidad de acción del constitucionalismo vasco. Allí, juntos, concejales socialistas y populares, demostraron lo que ese movimiento representa. Por eso, en honor a la verdad, y porque creo que ese espíritu sigue siendo necesario, no callaré ante quien quiera falsificar los hechos. Sirva a modo de ejemplo el relato veraz y verificable de lo que fue el autobús de Basta Ya; si esto que es verificable es tan falso, que cada cual extraiga sus propias conclusiones respecto del resto del «argumentario» de Mikel Azurmendi.

Objetivo urgente

Mira Mikel, como no podría ser de otro modo, respetaré cualquier crítica que hagas, cualquier opinión que tengas, sobre nuestra decisión de poner en marcha un partido político nuevo. Ni siquiera apelaré a nuestro derecho para modular la opinión que te merezca esa decisión; ni me molestaré en discutirte los adjetivos con los que nos obsequias. Pero no callaré ante la mentira. Regenerar la democracia, que es el objetivo fundamental de este partido nuevo, Unión, Progreso y Democracia, se convierte en urgente cuando alguien como tú, a quien considero compañero de viaje, ha de apelar a la mentira para justificar su crítica feroz a nuestra libre decisión.

Algunos hemos hecho de la defensa de la verdad y de la memoria la razón fundamental de nuestra lucha política. Casi siempre lo hemos tenido que hacer frente a enemigos y adversarios, siempre molestos y algunas veces hasta peligrosos; hoy he de hacerlo ante alguien a quien considero amigo. Pero no por eso callaré. En honor a la verdad.

Rosa Díez

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